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¿Qué prefiere: éxito o felicidad?
¿Usted podría dar una definición certera del verdadero significado de la felicidad? Esa misma pregunta que ha permanecido sin respuesta, fue abordada por cada civilización y en cada época. Los antiguos griegos respondieron a ella por medio de Aristóteles, para quién no estaba claro si la felicidad era algo que podía aprenderse, adquirirse por costumbre o si sobrevenía del destino.
Un tanto atormentado, en su libro “Fundamentación de la metafísica de las Costumbres”, publicado en 1785, Immanuel Kant, filósofo alemán del siglo 17, dijo: “La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación”. Casi dos siglos más tarde, Jean Paul Sartre diría que “Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace”.
Pero estas respuestas siempre han provenido de la filosofía y nunca de la ciencia, que ha fallado en darnos una definición de la felicidad. Lo cierto es que cualquiera que exista puede ser correcta, ya que la felicidad tiene tantos y tan diversos significados, que cada uno de nosotros la puede interpretar de un modo distinto.
Lo menciono porque en estos tiempos “modernos”, una buena parte de la sociedad ha llegado a equiparar la felicidad con el éxito. Se trata de un éxito para el cual muchos trabajamos muy duro en la creencia de que la felicidad viene del logro de nuestros objetivos, y si somos exitosos, entonces seremos felices, creen muchos. Pero una investigación científica que publicó la Universidad de Stanford nos dice que podríamos estar viendo y haciendo las cosas al revés.
La doctora Emma Seppälä, investigadora del tema, tiene un doctorado en psicología por la Universidad de Stanford y sus artículos han sido publicados en el New York Times y revistas especializadas como “Scientific American” y “Psychology Today”. Experta en el tema, la doctora Seppälä asegura, con base en la evidencia científica, que es la felicidad la que conduce al éxito y no a la inversa.
Llegó a esta conclusión después de trabajar en muchos entornos de trabajo estresante y de alto rendimiento como son las empresas de alta tecnología en Silicon Valley. Durante su investigación, entrevistó a altos directivos preguntándoles sobre el costo personal que estaban pagando por ser exitosos. Para sorpresa de muchos, los entrevistados estaban absolutamente convencidos de “posponer” su felicidad, con la creencia de que eventualmente serían felices una vez logradas sus metas.
Seppälä dice que, revisando los resultados, encontró evidencia abrumadora de que el éxito tiene un precio, a veces muy alto, y que muchos de quienes lo obtienen, no se sienten tan satisfechos, pues a pesar de que habían logrado lo que querían, se sentían perdidos e infelices. Tocados por una especie de maldición, al alcanzar el éxito y el proceso para lograrlo se habían perdido a sí mismos, pues unos llegaron hasta la ignominia con tal de tenerlo. Algo de razón tendría el escritor francés Honoré de Balzac cuando expresó “¿De cuántas infamias se compone un éxito?”.
Para la doctora Emma Seppälä, el verdadero éxito, es un subproducto de nuestra capacidad de disfrutar la vida. A esa misma conclusión habría llegado en el siglo 19 el poeta y filósofo norteamericano Ralph Waldo Emerson, quién habría señalado que “El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene”.
Lo destacable de esta investigación, es comprobar mediante el método científico, que el éxito y la felicidad son pasajeros, que tienen significados muy distintos, y que ni aún la ciencia o la filosofía, nos pueden decir qué es o qué significa, pues cada uno de nosotros la entiende de forma distinta.
Para algunos es tener dinero, mucho dinero; a otros los he visto perder su alma, su dignidad y sus valores con tal de alcanzar, conservar y prolongar su poder. Para unos cuantos, ser exitosos y felices consiste en tener salud y amor.
Para mí, el éxito, al igual que la felicidad, pueden ir o venir; se trata pues de una ilusión, una utopía, un intento por llegar al final de ese arcoíris esquivo que cuando caminas y estas por llegar, se aleja. Vuelves a caminar y se aleja aún más. ¿Entonces para qué sirven la felicidad y el éxito? La respuesta viene del escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Para eso, sirven para caminar”.