Saña feminista contra Madero; él y su familia padecieron todas la injusticias que hoy sufren las manifestantes

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Saña feminista contra Madero; él y su familia padecieron todas la injusticias que hoy sufren las manifestantes

El hecho de que muchas mujeres estén furiosas por la violencia de género y los feminicidios no les da derecho a ofender la memoria de don Francisco I. Madero, asesinado en un magnicidio de escarnio y traición, un presidente que se pasó de buena gente en un País cuyo pueblo suele abusar de la bonhomía y candidez de los blandengues en el poder.

El caso es que esas mujeres que exigen respeto a los memoriales de sus muertos y desaparecidos han mancillado la memoria de Madero pintarrajeando su imagen y marcando su frente con el acrónimo del “policía bastardo”, a pesar de que fue un policía rural, Francisco Cárdenas, el que asesinó a traición al mártir con disparos en la nuca.

Porque cierto es que el presidente Madero nunca se manchó las manos ni con oro ni con sangre. Fue un demócrata honrado e idealista que en tiempos de barbarie respetó los derechos humanos, la libertad de expresión y la vida de sus peores enemigos.

Aquí no se discute el dolor y la justa indignación de las víctimas de la violencia. Pero es una ofensa irracional el ultraje, la injuria y la profanación del apóstol Madero.

Porque Madero y su familia padecieron en carne propia todas la injusticias que ahora sufren las mujeres manifestantes. Durante la Decena Trágica los Madero fueron víctimas de persecución, encarcelamiento, tortura, mutilación, asesinato, desaparición, despojo y destierro.

Cuando el golpe militar de Victoriano Huerta, don Francisco y su hermano Gustavo fueron encarcelados ilegalmente por los traidores.

El presidente Madero, preso en Palacio Nacional, ignoraba el paradero de su hermano preso en La Ciudadela, donde fue sometido a una despiadada tortura, dejándolo ciego al sacarle su único ojo de un bayonetazo. Ya ciego, don Gustavo corría clamando piedad, cayendo y levantándose, y cuando topaba con sus esbirros estos lo agredían a culatazos y piquetes de bayoneta. Murió masacrado, irreconocible, mutilado de sus partes nobles y cubierto de excremento. Los traidores escondieron el cadáver por temor a una condena mundial.

Cuando doña Mercedes, madre de los Madero, visitó a su hijo el presidente preso y le comunicó la muerte de Gustavo, don Francisco cayó de rodillas a sus pies pidiéndole perdón con lágrimas en sus ojos. Su madre lo bendijo y ya no lo volvió a ver con vida.

De igual forma Carolina Villarreal, esposa de don Gustavo, ya no volvió a ver a su marido. Se enteró en Monterrey al escuchar el grito de los voceadores. Cayó como fulminada por un rayo. Prometió que sus hijos jamás escucharían de sus labios el nombre de los asesinos ni la forma en que había muerto su padre.

Doña Sara Pérez, la viuda del presidente, ya no pudo regresar a su hogar. Su casa fue saqueada y quemada. Y poco después vino el destierro.

No dudamos que muchas mujeres que hoy se manifiestan hayan padecido horrores similares. Pero es injusto y cruel que por ignorancia vuelvan a victimizar a los Madero.

Ojalá en Parras, donde hoy reina la discordia política, haya un momento de reflexión y todos nos unamos para una gran marcha en desagravio al Mártir de la Democracia. Sin fines políticos ni partidistas. Chachis Alejo, con poder de convocatoria, la podría organizar. Por el apóstol Madero, los parrenses debemos estar unidos en su memoria.