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El tribunalito de Mery Ayup
Hay un cuento de Franz Kafka titulado “Ante la Ley”, un relato que incluye en el capítulo IX de su obra “El Proceso”, una novela que narra la trama absurda de la burocracia judicial y que bien podemos adaptar al Poder Judicial de Coahuila cuyo presidente es el magistrado Miguel Mery Ayup. El cuento dice que un abogado llega a la puerta del tribunal porque quiere ser juez, ya que tiene sapiencia jurídica y las cualidades para serlo. Pero resulta que al llegar a la puerta un guardia le impide el paso y le dice que esa puerta ya tiene el nombre del escogido. Y, como el aspirante insiste, el guardia lo desalienta diciendo: “Adentro hay otras puertas más grandes con guardias mucho más poderosos que ni yo mismo puedo resistir su mirada y te advierto; esas puertas también ya están destinadas para abogados no más sabios, sino con mejores padrinos que tú”.
Este es el relato que Kafka hubiera escrito de haberse dado una vuelta por el tribunalito de nuestro estado y de haber conocido al magistrado sin toga Miguel Mery Ayup, un mal político convertido en juez.
Y es que este columnista, por casualidad, conoció a juristas muy respetables que nos marcan una abismal diferencia con la realidad local: a don Ignacio Burgoa Orihuela, que siempre se lamentó no haber sido ministro de la SCJN. Luego a los penalistas Gustavo Malo Camacho y Gustavo Barreto Rangel, maestros de derecho en el Instituto Nacional de Ciencias Penales. A don Sergio García Ramírez en la PGR y finalmente, por motivo de una carta publicada en El Universal, donde este periodista criticaba al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de entonces, ministro Genaro Góngora Pimentel, mismo que envió a un propio para que el suscrito fuera a saludarlo y a conocer la sede de Pino Suárez, fue algo que hasta la fecha es motivo personal de admiración hacia ese gran jurista.
Por el contrario, si usted abre la página del Poder Judicial de Coahuila se va a topar con algunos simuladores del derecho indignos de la toga judicial.
Y tal vez el fugaz paso de este columnista por el Inacipe no le dé la capacidad para criticar al tribunalito de Coahuila. Pero hasta un lego, al ver a un Mery Ayup sonriente en la foto oficial de inmediato se remite a la tremenda corte de Tres Patines o a un sanedrín de charlotada. Aquí el espíritu de las leyes se ha evaporado y nos ha dejado el sedimento lodoso de una burocracia judicial.
En el 2018 cuestionamos el nombramiento del panista Ulises Hernández como magistrado de concertacesión. Pero el colmo ha sido la designación del expresidente del PAN, Bernardo González.
Y es que aquí no hay jueces de Berlín, ya lo habíamos dicho en otro artículo, como en otras entregas citamos la feroz crítica contra los jueces venales de Pito Pérez que nada tiene de inútil, y a don Manuel Gómez Morín que nos explica el por qué esos magistrados panistas junto a Mery Ayup son simuladores indignos de la toga judicial: “Olvidan los señores magistrados que lo toga no es un adorno de guardarropía. La toga es símbolo de dignidad y decoro cívico y, sobre todo, escudo y coraza para la defensa de las libertades públicas”.
“¡Que no quiero verlo!”, como dice Lorca, pero sería una vergüenza zoológica ver a Mery Ayup, a Bernardo González y a Ulises Hernández ataviados con la toga judicial.