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En defensa del neoliberalismo
Una de las mayores destrucciones que la actual crisis económica, y el mismo Gobierno Federal están provocando es una profunda animadversión de la sociedad hacia un enemigo imaginario que se ha insistido en juzgarlo en la plaza pública y achacarle todos los males que se padecen, sean estos económicos, sociales o políticos. El neoliberalismo.
Años atrás los ataques a esta ideología provenían de líderes populistas, así como de académicos enclaustrados en las ideas de los años sesentas del siglo XX, de donde nunca pudieron escaparse. Atrapados en un discurso de odio y resentimiento construyen toda una teoría conspirativa, sustentada en los perversos intereses de unos cuantos poderosos que determinan el destino del mundo.
Más allá de resentimientos y del desconocimiento que rodea a gran parte de la población, es necesario juzgar a la luz de la evidencia y no movidos por la ideología. En la ciencia las batallas se libran en el campo de la verdad y de los hechos irrefutables y no en de las ideologías.
Aunque es difícil precisar una fecha, podemos rastrear que el neoliberalismo se instaló con fuerza en el país a partir de 1982, tras el escandaloso fracaso del modelo intervencionista del gobierno.
A raíz de la crisis económica de 1982, en la cual el país quedó fuera de los mercados financieros internacionales al declarase en moratoria de pagos, se tuvo la necesidad de dar un viraje en la conducción económica. De ahí surgieron toda una serie de reformas que vinieron a darle un rostro completo a la actividad económica.
La política económica se encaminó al control de la inflación, a la apertura del comercio exterior, al saneamiento de las finanzas públicas, así como a la liberalización de los mercados financieros. Se redujo el tamaño del Estado privatizando empresas, al no existir razón para que el Gobierno participara en ciertas actividades.
Se trataba pues de dotar a la economía de mayor flexibilidad para enfrentar shocks de mejor manera, apoyado en la libertad económica de empresas y consumidores.
No es extraño a que a la par de este proceso se fuera consolidando la pluralidad política, la alternancia en el poder y el sistema democrático en el país. Lo mismo sucedió en otras latitudes donde las economías más abiertas a la globalización acompañaron procesos democráticos en lo político.
Resultado. Contamos con un sistema de tipo de cambio flexible que nos protege de shocks económicos, un banco central autónomo pilar en el logro de contar con una inflación baja, un sistema bancario saludable y estabilidad en las tasas de interés.
Somos una potencia exportadora, que cuenta con una amplia red de acuerdos de libre comercio y socio principal de la primera economía del mundo.
Falta un camino largo por recorrer. Pero eso son solo algunos frutos del neoliberalismo. Ese mismo que con demagogia y aprovechando la ignorancia de algunos nos quieren vender como el enemigo público número uno.