La persona correcta

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La persona correcta

ilustración: Esmirna Barrera

Por: Pascual Escandón

Cuando despertó, descubrió que había ganado el avión presidencial. Ella había intentado tantas cosas para demostrarle a su esposo que no era un simple objeto ornamental. El “arte” de sufrir ya lo había superado, pero el esfuerzo diario la rebasaba.

Miró el reloj y en cada movimiento de las manecillas ella veía la sombra, no el avance. Se imaginaba ser libre para irse volando con aquél que realmente le robó el corazón cuando niños.

¿Un avión? Por Dios, la compra de aquel cachito sólo representaba la forma de rebelarse contra quien apenas si volteaba a verla y conversaba lo mínimo. El interés un día tomó el pase de abordar y nunca regresó.

Pero al ver su número, coincidente con el resultado que dio el noticiero del 6 de mayo, se imaginó tomando su nueva aeronave e ir en pos de ese amor perdido por la rutina y la incomprensión. ¿En dónde estaría? Quizá en una isla solitaria y lejana; inaccesible para una simple soñadora.

No. Ya no. Mejor invitar a volar a su amor verdadero, el que le quita el sueño. Un ser misterioso y siempre atento. Algunas virtudes a él le asomaban. Se dibujó una leve sonrisa. Vaya locura la de tener un amante, si todo su matrimonio había estado fincado por la fidelidad… más bien por el “qué dirán”.

Comenzó a escribir en su celular: ¿me van a dar el avión así, en físico? Al imaginar al secretario de Gobernación o al propio presidente dándole “las llaves” del avión. Se pellizcó el brazo. No era posible que entre millones de cachitos todo se decidiera en uno solo. El de ella.

Aunque haciendo memoria, en varias cosas era como elegida. En su infancia encontró una piedra roja, preciosa, brillante en aquella pradera donde nadie más volvió a avistar algo semejante. Seguramente valía un millón, pero un listo se la arrebató valiéndose de su inocencia y su ignorancia.

Tampoco alguien de su círculo cercano, ni intermedio ni lejano pareció tener la suerte de reencontrarse con su amor de la infancia, ese niño de pelo lacio, despistado y ya de adultos vivir una pasión mal vista por la sociedad.

En eso pensaba y borró el mensaje del celular.

- ¿A quién se lo mando? No. Mejor espero a confirmar haber ganado esto. Vaya locura, pensó.

Eran las 7:35, se preparó su frugal desayuno y a punto de partir hacia su local, donde vendía chucherías, le dio un vistazo más a su cachito. Un avión lo adornaba. El noticiero repitió los dígitos del número ganador. No había error.

Hablando de “adornos”, a dos cuadras a la redonda de su vivienda también ya se habían colocado unos de ellos. Apenas se alcanzaban a ver desde el helicóptero azul oficial. Estos apuntaban con precisión a su casa. Las miras listas, los índices rozando los gatillos.

Un convoy aguardaba a 300 metros. La insignia de la Guardia Nacional sobresalía. Del campo militar partía otro grupo de vehículos hacia el centro de la ciudad.

¿Será mi oportunidad de ser feliz? preguntaba una y otra vez al tomar el café, tan amargo como sus últimos días al lado de quien desde hace años le niega la ilusión de cuando se casaron.

-Viajar, venderlo y sacar para ya no tener que trabajar, mmhhh. ¡Ya sé ¡lo vuelvo a rifar! Todo menos compartirlo con él. Envejeceré con mi amor. Mi matrimonio que se vaya a la fregada. Lo llevaré en mi avión al mar y ahí lo tiraré, donde nadie más vuelva a saber.

A fin de cuentas los hijos ya se valían por sí mismos y la dama tendría mucho dinero para gozar la vida; se lo merecía.

Envolvió su sándwich, caminó hacia la puerta. Le pareció mejor idea tomar también el cachito, no vaya a ser la de malas. Desde ahora sus problemas tendrían que acabar. Los mandaría todas a volar.

Abrió la puerta. Puso un pie en la acera y se escuchó por el radio del jefe de la operación con las siglas GN en la solapa: “señores, comenzamos el vuelo”.

Desde una playa ahora María “N” goza de su destino y de su amor, aunque sabe que el dinero recibido no será eterno y el precio de mandar todo a volar le traerá consecuencias, y quien sabe de qué magnitud.

Sin embargo nadie sabrá quién es María “N”. La operación fue exitosa y ahora el famoso avión surca el firmamento que es propiedad de otra persona, es decir, de la persona correcta.

Pascual Escandón
PERIODISTA. Nació en San Luis Potosí, pero Saltillo Coahuila lo adoptó. Estudió en la Facultad de Comunicación de la UAdeC. Ha sido reportero, editor, escritor de cuentos, diseñador, fotógrafo, electricista, dj y más, pero su mejor actividad es la de ser padre.