La Historia de un Cascanueces

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La Historia de un Cascanueces

“Hay dos formas de ver: con el cuerpo y con el alma. La vista del cuerpo a veces puede olvidar, pero el alma recuerda para siempre”. Alejandro Dumas

Continúa escuchándose la música de Tchaikovsky por el mundo entero, en los principales teatros, las escuelas y compañías que aún se encuentran en temporada navideña, representando el clásico de la época: 'El Cascanueces'.

En 1890, Vsevolojski, administrador de los Teatros imperiales, encargó la realización de este Ballet a Marius Petipa, uno de los más grandes coreógrafos en la historia. Petipa creó el libreto tomando como referencia el cuento que Alejandro Dumas hijo publicara en 1845: “La historia de un Cascanueces”, basado a su vez en el famoso cuento de E.T.A. Hoffmann: “El cascanueces y el rey de los ratones” publicado en 1819.

Confiando la coreografía en su discípulo Lev Ivanov y sumando el virtuosismo de Piotr Ilich Tchaikovski, de quien se dice, sufrió con esta composición al recibir las instrucciones de Petipa, pero que al final quedó gratamente satisfecho con una suite que tomaría vida propia y que en su primera ejecución, en un concierto de la Sociedad Imperial de Música, fue entusiastamente acogida, pues por primera vez aparecía en la orquestación la celesta, instrumento que apenas seis años antes había sido inventada. Esta partitura se convirtió en una de las más reconocidas, considerada como una de las más brillantes que se hayan compuesto para el ballet: desde la concepción sinfónica de la fiesta y la batalla, el coro femenino en el vals de los copos de nieve, hasta el vals de las flores, el pas de deux y el divertimento del 2º acto, los críticos alabaron la capacidad del compositor para enriquecer las formas del ballet con una composición de gran riqueza y diversidad.

Dos años después, en marzo de 1892 se estrenó el Ballet en el Teatro Marinskii, en San Petersburgo, con un argumento que aunque respetaba en gran medida el cuento original, presentaba adaptaciones importantes a la sociedad de la entonces Unión Soviética, como la celebración del año nuevo, en lugar de la víspera de navidad en Nurenberg de Dumas. Ahí comienza la historia, en la que los dos hijos de la familia Silberhaus: Fritz de nueve años y Clara de siete ( Masha en Rusia, como diminutivo de María en las versiones soviéticas), reciben la visita de su padrino, Herr Drosselmeyer, quien arma muñecos mecánicos que toman vida para divertir a los comensales y esa noche regala a Clara un muñeco de madera en forma de soldado, ella cautivada con su regalo, lo cuida con esmero de su celoso hermano que insiste en arrebatárselo hasta romperlo.

Al terminar la fiesta cuando los invitados se han ido, Clara regresa a la sala, queriendo dormir junto a su nuevo regalo, pero a la media noche aparece un ejército de ratones comandado por uno de siete cabezas a quien llaman rey, que libra una batalla contra el cascanueces quedando derrotado.

En la historia original, el padrino cuenta a los niños sobre el reino de la princesa Pirlipata, y su enemistad con la reina de los ratones que la aprisiona en un encanto que solo podrá romperse cuando un joven de botas y barba encuentre la nuez Krakatuk y la rompa con sus dientes. Esta parte del cuento  fue omitido en el ballet, que después de la batalla, transforma al muñeco en un apuesto príncipe que lleva a Clara a través del bosque nevado, en el que todo el año es invierno, y donde los copos que caen del cielo estrellado, les indican el camino hacia el país de los dulces, en el que su reina, el hada de azúcar, les espera con un banquete especialmente preparado para ellos: el chocolate de España, el café de Arabia, el té de China, el Nougat de Rusia, los merlitones, bombones y el espléndido vals de las flores.

Este viaje ha sido visto como representación de las ilusiones de la infancia y la oscuridad del inconsciente, en la que el sueño de Clara sueño externa su deseo de convertirse en mujer, de encontrar un príncipe que la rescate de la oscuridad de los temores nocturnos y llegar a un mundo de luz, y de hadas.

Al término de la fiesta, algunas versiones despiertan a Clara de su fantástico sueño y otras dejan al espectador la oportunidad de interpretar si todo fue un sueño o una mágica realidad.