Infoteca de Ramírez Vázquez: una crítica arquitectónica

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Infoteca de Ramírez Vázquez: una crítica arquitectónica

Gran parte del acervo bibliográfico está imposibilitado para su consulta. / Foto: Especial.
¿Son criterios de diseño la causa principal de que decenas de miles de libros del patrimonio bibliográfico universitario estén en riesgo de perderse para siempre?

En días recientes llegaron por diversos medios a  quien esto escribe testimonios e imágenes del cierre parcial del área de la biblioteca en la Infoteca de Camporredondo de la UAdeC, en el campus Saltillo.

Según éstos, y mediante parciales explicaciones por parte del personal a cargo, el área de segundo piso de este inmueble -diseñado por el renombrado arquitecto Pedro Ramírez Vázquez e inaugurado durante la administración de Alejandro Dávila, en 1996- habría sufrido graves afectaciones por la lluvia, situación que derivó en incontables filtraciones que habían incluso obligado al personal del sitio a cubrir con enormes plásticos las estanterías de la biblioteca, principal fuente de consulta bibliográfica para los miles de estudiantes de las más de diez facultades y escuelas de la Unidad Camporredondo.

El edificio diseñado por Pedro Ramírez Vázquez fue inaugurado apenas en 1996. / Foto: Especial.

El cierre de actividades duró unos días, y al terminar éste, en una visita presencial se pudo comprobar que a pesar de la reanudación de actividad en el área, amplias zonas de la biblioteca –por lo menos más de diez estanterías, dedicadas principalmente en el área de ciencias, humanidades y literatura–permanecían cubiertas con enormes pliegos de hule, obviamente imposibilitadas para su consulta; además de percibirse incontables afectaciones en el cielo raso del inmueble derivadas de la humedad, como desprendimientos, faltantes de material y manchas. El remate  fuero diversos recipientes  encima del suelo alfombrado, como esperando más daños derivados de la ubicua humedad.

Para un universitario que ha hecho uso regular de este espacio durante dos décadas –como para cualquier otro usuario– el panorama es de catástrofe y contingencia; pesar ser ya de mañana, la escasa presencia de dos o tres usuarios, daban al ambiente un dejo de tristeza y un aire desolador.

Las filtraciones han afectado todas las zonas de la biblioteca. / Foto: Especial.

Forma y función

Aquí se ha referido ya en diversas ocasiones cómo la desestima, la indolencia y los extraños criterios de la administración pública hacia los espacios dedicados a la difusión de la cultura permitieron que nuestro patrimonio cultural, bibliotecas, librerías, auditorios, galerías, museos, se perdieran para siempre. Y no es ninguna exageración afirmar que hoy gran parte del acervo bibliográfico –decenas de miles de libros, necesario (y a veces único) material de consulta para estudiantes de grado superior– se encuentran hoy en grave riesgo. Ante lo que urgen diversas preguntas: ¿La evidente falla estructural que permite tan excesiva filtración de corrientes de agua es un error de diseño o pobreza en los materiales? ¿Correspondió la evidente erogación económica de contratar a uno de los arquitectos más prestigiados de México al hecho de pagar y recibir un edificio –que a pesar de su fotogenia– es incapaz de cumplir con su misión de preservar tan importante acervo? ¿Hay responsabilidades específicas en las instancias o personas encargadas en aquel tiempo de supervisar y revisar que el diseño, los materiales y la obra terminada fueran entregadas de la forma proyectada?

La discusión –como se ve- se abre más allá del tema de la preservación del patrimonio inmueble o bibliográfico, los perfiles de la administración pública y la eficiencia de las personas ante responsabilidades de tal magnitud; el tema se eleva hacia el campo de la crítica de lo arquitectónico: hasta dónde aquella famosa divisa de que “la forma sigue a la función” de los diseñadores y arquitectos funcionalistas se está desestimando en relación de nuevos factores de la arquitectura posmoderna. Ya prestigiados especialistas y amigos como el fotógrafo.

Francisco Lubbert o el editor Alain Prieto me habían advertido cómo “la fotogenia” y la preminencia de una imagen rompedora en los nuevos diseños de obra en México se proponían como criterios fundamentales en las tendencias arquitectónicas. Y de ser así ¿Sería nuestra Infoteca  uno de estos casos?

El cielorraso muestra las huellas de un grave problema de filtraciones en prácticamente toda su estructura. / Foto: Especial.

Austeridad y derechos humanos

También hay que decirlo, quizá la biblioteca más bella y mejor equipada de la ciudad es también universitaria: la Infoteca del Campus Arteaga. Un espacio con un diseño arquitectónico impecable, equipado con tecnología de punta, armonización de espacios, mobiliario adecuado, diversas salas de trabajo y videoconferencias, inaugurada hace apenas un par de años y parte del proyecto desarrollado  también por otro gran renombrado arquitecto mexicano: Teodoro González de León.
Podría argumentarse, en contraste, que el casi cuarto de siglo de la primera Infoteca justifica un desgaste debido al uso: la Biblioteca Manuel Múzquiz Blanco (con su frontón griego en la Alameda) casi cumple 80 años, y desde mis años como usuario en la prepa nocturna, nunca le conocí problemas de filtraciones o goteras.

Por otra parte, es cierto: vivimos un entorno de crisis. El despilfarro y la falta de supervisión de las últimas administraciones federales dejó como saldo nueve universidades en quiebra. Vivimos en un estado con una mega deuda contraída ilegalmente que tardará en pagarse casi medio siglo. Nuestra Universidad no es ajena a esos complejos entornos. Son tiempos duros, de replantear prioridades… entonces me pregunto, cómo es posible que una instancia con un evidente perfil académico de segundo orden como la Academia Interamericana de Derechos Humanos, o “Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de Coahuila” pueda gozar de un presupuesto de 160 millones de pesos para –entre otras cosas– soportar su abultada nómina y la construcción de su edificio (Según nota de Luis Carlos Plata, “Ocho millones de dólares para jugar a la academia”, Vanguardia, 17 de marzo de 2017); un monto a todas luces obsceno y estratosférico, en un estado con grave problema de pensiones, desabasto de medicinas y que, para darnos una idea, equivale al presupuesto de la Secretaría de la Mujer durante todo un sexenio, o del Instituto de las Personas Adultas durante ¡cinco décadas!

Finalmente, vuelvo a preguntarme: ¿Podría, de tan multimillonario presupuesto enfocado a solventar una obesa burocracia que supuestamente “estudia” los derechos humanos, destinar apenas una ínfima parte para impermeabilizar el edificio, o en su defecto, reparar las fracturas que ponen en riesgo su acervo bibliográfico? Al fin y al cabo, el acceso garantizado a la lectura para un universitario es –o debería– ser considerado también un derecho humano básico.
Salvemos nuestra Infoteca. Creo que aún es posible.

 

alejandroperezcervantes@hotmail.com

Twitter: @perezcervantes7

Gran parte del acervo bibliográfico universitario se encuentra en riesgo de daños irreversibles. / Foto: Especial.