Donde empieza la noche: Bruno
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Donde empieza la noche: Bruno
Por: Juan Carlos Aldir
Hay ocasiones en que uno puede reconocer las encrucijadas que nos presenta la vida en el momento en el que aparecen, pero muchas otras no se comprende la trascendencia de un acto hasta mucho tiempo después. Otras más, el flujo de los acontecimientos parece llevarnos sin preguntar nuestra opinión, convirtiéndonos en espectadores y víctimas de nuestra propia existencia.
En mi caso, mi padre nos abandonó a mi madre y a mí desde antes de que yo naciera. ¿Qué podía hacer al respecto? Ese hecho marcó mi vida para siempre. Durante mis primero años, Leslie Dorantes, así se llama mi madre, me crio sola. Fue cantante, actriz, peinadora de estrellas de televisión y hasta vendedora de bienes raíces. Tuvo varios novios o acompañantes o como se les quiera llamar, pero nunca se comprometió con ninguno. Era una mujer muy hermosa y no le faltaron pretendientes de alto nivel socioeconómico, aunque, por razones que jamás entendí, ella siempre estuvo prendada de mi papá, a pesar de haberla botado en pleno embarazo para casarse con otra. Así las cosas, mi vida dio un vuelco cuando tenía dieciséis años: un día, mamá me salió con que estaba embarazada.
Lo más sorprendente del caso es que afirmaba que el hombre en cuestión era, ni más ni menos, mi padre. Yo ni siquiera lo conocía y ahora resultaba que se habían encontrado por casualidad, se habían reconciliado y planeaban que nos convirtiéramos en la familia que siempre debimos ser. Me aseguró que muy pronto lo conocería porque se había comprometido a dejar a su esposa actual para mudarse con nosotros. Incluso para un adolescente ansioso por recuperar una figura paterna inexistente, aquella historia resultaba difícil de creer. No tuve que lidiar demasiado con el asunto porque unas semanas después un infarto fulminante lo mató, lo que impidió comprobar si cumpliría con su promesa.
Los últimos meses de su embarazo, mamá estuvo inconsolable. Solo el nacimiento de Fabia la alegró un poco. Fue ahí que tuvo lugar uno de los acontecimientos más importantes de mi vida: apareció mi padrino, don Patricio Lavín.
La tarde que lo vi por primera vez, mi mamá me obligó a que me quedara en la casa asegurándome que recibiríamos una visita muy importante. Nos sentamos en la sala a esperarlo y, cuando por fin llegó, a mí me pareció descomunal. Alto, con su traje gris oxford impecable, con la ceja izquierda levantada, con sus labios finos y su bigote acuciosamente recortado. No volví a verlo con bigote, pero esa imagen no se me borró jamás. Recuerdo que entró en la sala, caminó en mi dirección y se quedó como de piedra. «’Ta madre, mijo, eres idéntico a tu papá». Mamá asintió, liberando un par de lágrimas y abrazando con fuerza el diminuto cuerpecito de Fabia.
Cuando días más tarde vi las fotos que me mostraron de mi papá, no fui capaz de entender a qué se refería don Patricio cuando dijo que éramos igualitos. Pero no había que ser un genio para darse cuenta de que en toda aquella situación había algo misterioso y truculento, y que ambos estaban decididos a mantener la verdad oculta. A pesar de mi corta edad, tenía muy claro que no puedes perder lo que nunca tuviste, así que decidí dejar el asunto por la paz y no volver a cuestionarlos. Si decían que el hombre de las fotos era mi padre, pues así sería. Si encima afirmaban que éramos idénticos, pues lo éramos y punto. ¿Qué más daba?
Juan Carlos Aldir
ESCRITOR
(Ciudad de México, 1971)
En 2013 publicó su primera novela Asesino de Muertos. Desde muy joven ha participado en distintos talleres literarios y colaborado en distintas publicaciones. Donde empieza la noche es su segunda novela.