Entre valientes y cobardes
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Entre valientes y cobardes
El historiador Pedro Salmerón levantó ámpula al calificar de valientes a los guerrilleros de la Liga Comunista 23 de Septiembre, uno de los bandos vencidos en la Guerra Fría del siglo pasado y, por eso mismo, la indignación de quienes veneran la memoria de don Eugenio Garza Sada, asesinado en Monterrey.
Don Eugenio murió cuando los guerrilleros de la “Liga” intentaron secuestrarlo en 1973. Este columnista, que vivía en un segundo piso frente a la iglesia La Purísima, en Monterrey, presenció el cortejo fúnebre de don Eugenio, aunque el suscrito en ese entonces era alumno de Físico-Matemáticas de la UANL y simpatizaba con su movimiento estudiantil, que fue el origen de la matanza del Jueves de Corpus, el cobarde “Halconazo”.
Héroes y villanos, así es la condición de los vencedores y vencidos en todos los conflictos de la historia. Los exguerrilleros vencidos aún son satanizados por su rebelión. Pero en cambio, el guerrillero Pancho Villa que secuestró a los empresarios de Monterrey cobrando en oro su rescate, hoy es venerado como héroe de la Revolución.
Cierto es que al morir don Eugenio renació el conflicto perenne entre Monterrey y la capital del País, una continuidad histórica que viene desde don Benito Juárez y Santiago Vidaurri. O desde la Santa Inquisición persiguiendo a los judíos sefarditas hacia el norte del País, ancestros de la actual burguesía regiomontana.
Santiago Vidaurri se unió a Maximiliano en contra de Juárez y perdió. Fue fusilado como traidor. Villa no fusiló a muchos de los magnates de Monterrey, descendientes de Vidaurri, porque la mayoría también eran parientes de Madero, el mártir que esa clase traicionó para apoyar a su asesino, Victoriano Huerta. Tiempo después esa oligarquía enfrentó al presidente Lázaro Cárdenas y el general los humilló. Luego ellos humillaron a Luis Echeverría y lo culparon de la muerte de don Eugenio. Y así la historia del Grupo Monterrey contra el laicismo, la propiedad pública y el libro de texto gratuito. A favor del sindicalismo blanco, la Brigada Blanca y la guerra sucia. Con todo lo que ello implica.
En 1998 Cuauhtémoc Cárdenas gobernaba el Distrito Federal –hoy Ciudad de México– y hubo una reunión de exguerrilleros en “La Mundial”. El suscrito asistió como parte de la Dirección de Asuntos Políticos de dicho gobierno. Difícil hablar con ellos por el terror imborrable de la Guerra Sucia. Coincidimos con un saltillense que sigue activo en Chiapas y cuyo nombre reservamos. Con Alberto Sánchez, yerno del “Che” Guevara, hubo un diálogo más abierto. Fue parte del comando que en 1971 secuestró el Boeing 727 de Monterrey a Cuba.
La “gente de bien” se indigna cuando alguien llama valientes a esos guerrilleros. Pero cierto es que se necesitaba mucho valor para enfrentar al terrorismo de Estado. Basta el testimonio de Bertha López, la esposa de nuestro conocido, el exguerrillero Huberto Zazueta: “A mi hijita Tania, de un año, la torturaron en mi presencia aplicándole toques eléctricos en todo su cuerpecito”. Bertha, Humberto y la niña Tania fueron detenidos por la policía judicial de Coahuila el 9 de abril de 1979, en Torreón. Los tres fueron brutalmente torturados y se “doblaron”. “No eran valientes”, señalan hoy las buenas conciencias pinches de este País.