El agua, bendición y amenaza

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El agua, bendición y amenaza

ilustración: Esmirna Barrera

Saltillo ha logrado sobrevivir cuatro siglos y medio a pesar de sus habitantes y gobernantes. Los fundadores escogieron el valle para asentarse porque abundaba el agua y había tierras para el cultivo. Bosque gigantesco que iba de Zapalinamé, el Ojo de Agua, Lourdes y El Álamo hasta debajo de Ramos Arizpe. El padre Juan Agustín de Morfi refirió en 1777 que corrían 665 manantiales. Hay quien dice que no es posible, ¿estaba ahí en ese momento?, porque Morfi vino a Saltillo y San Esteban no de paseo ni a evangelizar, a pesar de ser religioso, sino a levantar informaciones sobre recursos naturales y producción. Los Borbones habían tomado el poder y, tras la corrupción y el derroche de los Austrias, necesitaban controlar América. El rey que inició el cambio era francés, Felipe V. Morfi levantó datos porque nadie en Saltillo pagaba impuestos (no hemos cambiado).

Los tlaxcaltecas recibieron agua, pero no en buena cantidad, aunque se diga lo contrario. La cosa es que ellos usaban el agua para producir comida. El mismo Morfi dice que las huertas tlaxcaltecas rebosaban de productos: maíz, frijol, calabaza, chile, pulque, manzanas, nueces y flores, mientras que al pasar a la parte española no encontró un árbol para guarecerse del sol: los españoles acabaron con su bosque muy pronto al dedicarse a destruir las montañas produciendo carbón para venderlo a los mineros de Zacatecas y San Luis.

Cuando Saltillo no tenía manera de asegurar suficiente agua a sus habitantes ideó hacer una presa con canales derivadores. Nadie quiso entrarle al asunto, eran incapaces de arriesgar algo, además, ignoraban la técnica. El alcalde de Saltillo negoció con la comunidad tlaxcalteca, misma que ofreció construir la presa a cambio de disponer de la mitad del agua. La hicieron y todos felices.

Tengo una foto de mi infancia en que mis hermanos pequeños y yo nadamos en las aguas navarreñas, que ya no existen desde que Flores Tapia picó la sierra. Esas aguas eran tan abundantes y rápidas que en el acueducto, al final de uno de los contrafuertes, se colocó una ventana de hierro porque la corriente ya se había llevado a varios niños que luego se encontraron kilómetros abajo.

El régimen de lluvias es el mismo de siempre. Creemos que estas grandes precipitaciones son excepcionales, pero no. Lo que cambió fue la ciudad. Gobernantes, terratenientes, constructores, precaristas y políticos han hecho todo lo que estuvo a su alcance para destruir la ciudad. Es la misma agua, pero no la misma urbe. Antes esas grandes lluvias irrigaban el valle y se resumían en bosques y pastizales. Corría el agua sobrante por los arroyos. Ya no hay arroyos. Una alumna de Historia inició una tesis (que no ha terminado) encontrando que de 1960 para acá se cegaron más de 100 arroyos. Ahora corre el agua, la misma que siempre cayó, por las calles y toma una fuerza enorme porque no sólo no tiene árboles o pasto que la detenga, sino cemento y asfalto que la hace correr con una fuerza enorme (la ley de la gravedad existe).

Lo antes dicho no tendría lugar sin la corrupción rampante de nuestros queridos ricos saltillenses que, en su ambición e ignorancia, dicen: “¡que se chingue el mundo mientras yo gane!”.

Dos ejemplos: yo era director del Archivo. Fui a ver al secretario del Ayuntamiento (mi jefe), el edificio estaba tomado por precaristas. Un líder los llevó a invadir tierras en las faldas de Zapalinamé. El gobernador ordenó indemnizar al propietario. El jefe de la policía, en secreto, informó que el propietario había contratado a un dirigente de izquierda de apellido Navarro para que invadiera su terreno, que estaba en un arroyo, pagándole generosamente el favor. Ganó dinero con tierras que jamás hubiera vendido porque las leyes lo prohibían.

Segundo: dos hermanos heredaron un predio de 10 mil metros junto a un arroyo. Casi lo rellenaron. Vendieron 12 mil 500 metros.

Termino informando que Ernesto Terry y yo hicimos una investigación en el Archivo Municipal acerca del agua. Encontramos datos en mil 270 manuscritos entre los años 1578 y 1950; seguimos con los periódicos, de 1841 a 1995 en que salieron más de mil noticias y reportajes. Ese catálogo está inédito. Lupita Sánchez de la O coordinó un importante libro: “Historia del agua en Saltillo”. Léalo.