La destrucción del Planeta: Crónica de una muerte anunciada
Usted está aquí
La destrucción del Planeta: Crónica de una muerte anunciada
¿Porque el cambio climático nunca ha sido tratado como una crisis por nuestros dirigentes a nivel global, aún a pesar de que encierra el riesgo de destruir vidas a una escala inmensamente mayor que los derrumbes de bancos y rascacielos (Torres gemelas)? La reducción en emisiones de gases de efecto de invernadero, que los científicos consideran necesaria para reducir sensiblemente el riesgo de catástrofe, es tratada como una sugerencia sutil, como una medida que puede aplazarse por tiempo más o menos indefinido.
Uno de los culpables de ignorar la crítica situación que estamos pasando es Donald Trump, que ha dicho: “El concepto de cambio climático fue creado por China para hacer la manufactura de Estados Unidos menos competitiva”. Declaraciones como éstas del líder del país más poderoso del mundo, alteran el sentido colectivo sobre el problema que ya tenemos encima.
Estamos viviendo los primeros efectos del cambio climático en las zonas urbanas de México y el campo, si no se establece un plan efectivo para contrarrestar la contaminación en todos sus rubros, el problema se exacerbará. La contaminación del aire, por ejemplo, que no es exclusiva de la CdMx, ya ha impactado por lo menos a once estados de la república y en particular a la ciudad de Toluca, que es la más contaminada del país. El valle de México es el tercero en contaminación atmosférica a nivel global, solo detrás de China y Turquía.
La grave contaminación del medio ambiente y la degradación ecológica que
padecemos tiene su origen en una vieja, pero también muy contemporánea, incompetencia de las autoridades para establecer regulaciones y protocolos efectivos para contenerla. La crisis ambiental que se prolonga por el comportamiento de una sociedad civil que no respeta la naturaleza, que es irresponsable con los residuos sólidos y líquidos, y que muestra desinterés por la polución atmosférica, aunada a una expansión poblacional desordenada y la voracidad de las empresas inmobiliarias e industriales que violentan las reglamentaciones de sustentabilidad, constituye un reto que debe ser abordado por distintas áreas del conocimiento y la sociedad en su conjunto, al conjugar problemáticas ecológicas, políticas, económicas y sociales.
No cabe duda que el incendio de Notre Dame en Francia, fue una tragedia, pero seguramente la reconstruirán. En tres días se recaudaron casi mil millones de euros. Ahora, ¿por qué no es una tragedia el incendio de miles de hectáreas en la Amazonia? ¿Por qué la gente no se conmueve con esa catástrofe? ¿Por qué no suben a Facebook fotos de los bosques o los animales quemados? Eso sí que nunca se podrá reconstruir. ¿Importa más o menos el incendio del Amazonas que el de Notre Dame? De la primera no depende ninguna vida. De la segunda, depende la salud del planeta. ¡Así está la conciencia ambiental de los ciudadanos del mundo!
El Papa Francisco en su Encíclica Laudato Si, lanzó una fuerte llamada de atención a los habitantes del planeta. Francisco realizó una fuerte crítica al consumismo y alertó sobre la necesidad de combatir la degradación ambiental y el cambio climático. Además, pronunció frases tan polémicas como: “La Tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería” y “necesitamos una revolución valiente”.
Laudato Si rechaza la economía de mercado contemporánea desde las perspectivas ética y científica. Por un lado, es una economía que se basa en el incremento del consumo de la sociedad como un todo y de cada uno de los individuos. Por otro lado, el crecimiento económico indefinido, atado al consumismo, es una de las causas fundamentales de la actual transgresión de los límites impuestos por la naturaleza al desarrollo. En la encíclica se señala que la economía de mercado de hoy y los posibles desarrollos de la tecnología, no son medios confiables para superar la profunda crisis socio ambiental.
Francisco concluye: “La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana”.
Pero, ¿Cómo educar para el reconocimiento de la complejidad y en una ética sobre el cuidado de la casa común? ¿Cómo trasformar el pensamiento de los tomadores de decisiones hacia la comprensión del desarrollo sostenible integral? ¿Cuál debe ser el comportamiento filosófico del hombre en esta sociedad altamente tecnificada que cada vez requiere de más energía para su supervivencia? ¿Ser o tener? Estas son algunas de las preguntas que nos deberíamos hacer. Detener el desarrollo es imposible, sin embargo, es necesario dirigirlo y controlarlo. Por ello, el debate sobre el futuro de la sociedad mexicana está en la capacidad social de implantar una nueva ética pública que reconozca los derechos de la naturaleza y del medio ambiente, que representará una de las más exigentes pruebas de efectividad para el gobierno de López Obrador. De lo contrario estaremos viendo la Crónica de una muerte anunciada.
¿Y tú que piensas?