¡Gracias Manolo!

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¡Gracias Manolo!

Las discordias entre Texas y Coahuila llegaron a un extremo insostenible cuando los vecinos al sur del Río Grande, en aquel desventurado mes de diciembre de 1838, vieron a los colonos anglosajones del otro lado del río izar la bandera de la naciente República de Texas y, desde entonces, “no hubo quién no comprendiera que aquella ceremonia marcaba la pérdida definitiva de un inmenso territorio perteneciente a Coahuila y de un trozo de la soberanía nacional”.

Y ese fue el resultado del mal Gobierno mexicano de esa etapa negra de nuestra historia dominada por Antonio López de Santa Anna, que no pudo contener el ímpetu migrante de un llamado “destino manifiesto” que rebasó las fronteras indefendibles de esa mala época de nuestra patria.

Y ante la imposibilidad de cambiar los hechos consumados como fueron, para ellos El Álamo y Goliad y para nosotros lo sucedido en González y San Jacinto, no queda otra ruta más que la de fomentar las coincidencias para olvidar las disidencias que nos separaron en el siglo antepasado.

Y no hay mejor gesto de amistad que el realizado por Manolo Jiménez al entregarle las llaves de la ciudad a Steve Adler, alcalde de Austin, Texas, el mejor acercamiento que ha existido entre vecinos cuya relación será perenne por una frontera que Texas comparte con todo el norte de Coahuila.

Y qué mejor que Saltillo y Austin sean ciudades hermanas desde hace 50 años y cuya fraternidad tiene el origen común del gran estado de Coahuila y Texas que nació tras la independencia de España.

Y aunque cierto es que entre México y EU han existido graves conflictos como la incursión de Winfield Scott en Chapultepec o la de Pancho Villa en Columbus, también se han dado actitudes de profunda sensibilidad como la ofrenda floral del presidente Harry S. Truman a los Niños Héroes en Chapultepec o la imagen de John F. Kennedy arrodillado en la Basílica ante la Virgen de Guadalupe. Y así, de ese tamaño es el simbolismo de Manolo Jiménez recibiendo en Austin las llaves de la ciudad o la imagen del Mayor Adler recibiendo en esta ciudad las llaves de Saltillo, de nuestra querida capital que alguna vez lo fue también de todo Texas.

También es alentador que ambos alcaldes actúen conforme a la tesis que Alan Riding expone en su magnífica obra “Vecinos Distantes”: “Los habitantes de la frontera han aprendido a vivir lado a lado como buenos vecinos, percibiendo los intereses locales como algo compatible en muchos sentidos y resistiendo abiertamente la interferencia de México o la de Washington en su interdependencia natural”.

Es la buena voluntad de dos alcaldes con un brillante futuro político en sus respectivos estados para bien de sus comunidades y que hoy, más que nunca, han dejado de ser “vecinos distantes”.

Y finalmente aclaramos que el título de este artículo no es por lo de Austin, Texas, sino porque Manolo también es un buen vecino de Parras. Nos lo ha demostrado con los camiones de recolección de basura que Saltillo le ha prestado a nuestro pueblo mágico y por la Presea Saltillo que le acaba de otorgar post mortem al parrense Roberto Orozco Melo. ¡Gracias Manolo!