YA EN LOS NIDOS DE ANTAÑO NO HAY PÁJAROS HOGAÑO

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YA EN LOS NIDOS DE ANTAÑO NO HAY PÁJAROS HOGAÑO

El Quijote II, 74

En el último capítulo de la segunda parte de la novela, el caballero de la Mancha muere. Escribe Cervantes que las vidas de los hombres no son eternas “y como la de don Quijote no tuviese privilegio del cielo para detener el curso de la suya, llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba”. Narra el autor que al caballero “se le arraigó una calentura que le tuvo seis días en la cama, en los cuales fue visitado muchas veces del cura, del bachiller y del barbero, sus amigos, sin quitársele de la cabecera Sancho Panza, su buen escudero”.

Le llevan al médico, quien le tomó “el pulso, y no le contentó mucho y dijo que, por sí o por no, atendiese a la salud de su alma, porque la del cuerpo corría peligro”. El cura lo confiesa y acude el escribano para hacer su testamento.

Les dice a sus amigos que ya le son odiosas todas esas abominables historias profanas de la andante caballería. Que ahora conoce su necedad y el peligro en que le pusieron haberlas leído, pero al fin, “por misericordia de Dios, (ha) escarmentado en cabeza propia”.

Pide perdón a Sancho por haberle dado ocasión de parecer loco, como él, “haciéndote caer en el error en que yo he caído de que hubo y hay caballeros andantes en el mundo”.

De diversas maneras, sus amigos tratan de levantarle el ánimo y Sancho, llorando, le dice: “No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie lo mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía”. Todo es inútil, pues sus amigos obtienen la siguiente respuesta:

“Señores -dijo don Quijote-, vámonos poco a poco, pues YA EN LOS NIDOS DE ANTAÑO NO HAY PÁJAROS HOGAÑO. Yo fui loco, y ya soy cuerdo: fui don Quijote de la Mancha, y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno”.

Sobre este proverbio: “Ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño” (hoy), César Vidal escribe  que se cita cuando “algunas empresas y logros resultan irrealizables en ciertas épocas de la vida. El refrán también se utiliza para expresar pena por los tiempos pasados y mejores”.

En torno al mismo, el mexicano José Alejandro Torres apunta que el dicho marca un “reflejo de decadencia” a la que llegan las personas hacia el final de sus días.

Sebastián de Covarrubias, contemporáneo de Cervantes, en 1611 explicó que el refrán se cita “cuando en una casa donde solíamos ser recibidos ya no nos conocen”.

@jagarciavilla