El Quijote I, 25

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El Quijote I, 25

En conversación que sostienen, don Quijote dice a Sancho Panza que es una gran blasfemia (inapropiadamente así la llama) afirmar que la reina Madásima (personaje de los libros de caballerías), que fue una de “las reinas de más alta guisa”, estuvo amancebada con un cirujano.

Sancho le responde que él ni lo dice ni lo piensa, allá ellos, que “a Dios habrán dado la cuenta”, que él no sabe nada. “Y MUCHOS PEINSAN QUE HAY TOCINOS Y NO HAY ESTACAS”.

¿Qué quiso decir Sancho al citar ese refrán? Antes de explicarlo procede aclarar que estacas son travesaños o vigas de madera que van de una pared a otra, de las que cuelgan para su oreo distintas piezas de la matanza, tocinos en este caso, después de ser saladas, según se acostumbra en los pueblos de España.

De lo anterior nació el proverbio, para dar entender que a veces se da una cosa por verdadera (que hay tocinos) cuando ni siquiera se cumple el requisito o condición indispensable para que así sea (que haya estacas, porque si éstas no existen no habrá tocinos).

El refrán también se aplica cuando a alguien que se suponía muy rico, resulta que en realidad es pobre. O cuando se presume que una persona sabe mucho de un tema y se viene a descubrir que es bastante ignorante de él. Así también en el caso de la reina Madásima, a quien se le supone un amancebamiento y nada hay que lo confirme.

El refrán admite, sobre la misma idea, distintas variantes. En la segunda parte de El Quijote aparecen otras cuatro, todas también citadas por Sancho, como sigue: “Donde no hay tocinos, no hay estacas (II, 10); “A donde se piensa que hay tocinos, no hay estacas” (II, 55); “No siempre hay tocinos donde hay estacas”, y “Muchas veces donde hay estacas no hay tocinos” (II, 73)

@jagarciavilla