El Quijote II, 25

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El Quijote II, 25

Después de la llamada aventura de la cueva de Montesinos, a la que descendió don Quijote, y ya al anochecer en la venta, éste narra a los presentes un cuento.

Les dice que a un regidor “por industria y engaño de una muchacha criada suya, y esto es largo de contar, de falta [se le pierde] un asno, y aunque el tal regidor hizo las diligencias posibles por hallarle, no fue posible”.

Agrega que otro regidor le sugiere a su similar que salgan ambos al monte a buscar al jumento. Le propone que uno  y otro vayan en distintas direcciones y lancen rebuznos, que el pollino al oírlos acudirá desde donde se encuentre “aunque esté metido en las entrañas de la tierra”.

Al llevar a cabo el ejercicio, el regidor que lo propuso hace tan bien el rebuzno que el dueño del asno le dice: “que de vos a un asno, compadre, no hay alguna diferencia, en cuanto toca al rebuznar, porque en mi vida he visto ni oído cosa más propia”. Luego agrega:

“Ya maravillaba yo de que él (el burro) no respondía, pues a no estar muerto, él rebuznara si nos oyera, o no fuera asno; pero a trueco de haberos oído rebuznar con tanta gracia, compadre –respondió el otro-, pues SI BIEN CANTA EL ABAD, NO LE VA EN ZAGA EL MONACILLO” [monaguillo].

Este refrán fue modificado por Cervantes, pues en su tiempo era más conocido así: “Como canta el abad, así responde el sacristán”, o bien: “A mal abad mal monacillo”.

Aunque el regidor que lo invoca se compara a sí mismo con un burro, el sentido del proverbio es que para bien o para mal el dependiente o subordinado tiende a parecerse a su jefe o superior.

@jagarciavilla