El muro y la grieta: Destrucción del patrimonio cultural

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El muro y la grieta: Destrucción del patrimonio cultural

El Palacio, acuarela de Edward Hopper. 1946. / Foto: Especial
Justo ayer que se celebró el Día Internacional de los Museos y el Patrimonio Cultural cabe hacerse la pregunta ¿Se están desmantelando de manera casual o programada los espacios públicos dedicados a la cultura y las artes en Coahuila? Si según la ONU, el patrimonio cultural es “la herencia cultural propia del pasado de una comunidad, mantenida hasta la actualidad y transmitida a las generaciones presentes” ¿Quiénes y bajo qué argumentos pretenden despojarnos de nuestro patrimonio público? ¿Cómo se llegó a esta situación?

El síntoma
Hace unos días una artista de la localidad expresó públicamente su malestar y extrañeza al ingresar al Centro Cultural Casa Purcell (museo y sede del IMCS) y percibir el lugar –uno de los edificios más bellos y bien conservados de la ciudad– presa de la desidia y el abandono: “Me llevé la sorpresa de que no había exposiciones, le pregunté a la persona encargada que desde cuando no había, que hace aproximadamente dos meses también había ido y estaba exactamente igual (sola, sin movimiento ni exposición) a lo que me contestó, un tanto dudoso y no sé si molesto: es que Casa Purcell ya va a dejar de ser museo.” De ser verdadera esta afirmación estaríamos asistiendo entonces a la concreción de un panorama catastrófico para la cultura en la capital coahuilense, ya que el edificio, antes epicentro de una intensa actividad artística, se sumaría a la larga lista de recintos que sujetos de decisiones opacas, unilaterales y arbitrarias han sufrido un cambio en su uso y objetivos, para ceder su espacio a giros y usos “más importantes”.
Es pertinente clarificar aquí la etimología de patrimonio: “bienes heredados de nuestros padres”.
Así, quien lo destruya o pretenda malversarlo estaría atentando contra nuestros propias raíces culturales.

Desapareció el Cine Palacio y surgió una megazapatería. Alejandro Pérez Cervantes. / Foto: Especial.

Desconocer la historia
Hasta hace un par de años el Centro Cultural Casa Purcell fue uno de los museos más pujantes y diversos de la ciudad. En sus mejores épocas albergó un centro digital y de diseño, una videoteca, un museo interactivo, visitas  guiadas –hasta una cafetería– y muestras de plástica en sus espaciosas galerías que eran renovadas cada mes con una gran concurrencia del público. Conferencias y presentaciones de libros, conciertos –que muchas de las veces- se extendían hasta el ático (el de Descartes a Kant)  o a su amplio patio trasero (el de Jaime López) hoy convertido en estacionamiento de lujo para la burocracia municipal.
Pero la mejor época de Casa Purcell no fue bajo manos estatales ni municipales. Su época más brillante y fecunda fue cuando fuera sede del Centro Cultural Vanguardia, instancia que durante décadas impulsó actividades y muestras de carácter internacional: exposiciones de diseño, pintura, arte objeto, cartel, gráfica, arte conceptual o el tradicional Salón de Acuarela, al que ninguna instancia oficial se preocupó por darle continuidad (¿Sabrán los coordinadores y curadores oficiales la cantidad de extraordinarios acuarelistas avecindados en Saltillo?...) Durante la década de los 80 y 90 fue un lugar de formación de públicos y epicentro para el diálogo actual con el mundo para muchos artistas incipientes. Hoy, en cambio, el panorama es desolador: si después de 30 años de ininterrumpida actividad cultural, un centro como Casa Purcell dejara de lado su labor como museo y sitio de encuentro y divulgación ¿Bajo qué parámetros se tomaron estas decisiones? ¿Quién se siente con la autoridad y los argumentos de despojar a una ciudad de uno de sus centros culturales más importantes? ¿Es la indolencia, la apatía, el desconocimiento o soberbia? ¿Cuál es la postura oficial del Instituto, encabezado por Iván Márquez? Yo tengo una hipótesis…

El May Company Building, edificio gemelo de nuestro Palacio fue acondicionado para ser el Academy Museum of Motion Pictures en los Angeles. / Foto: Especial.

El síndrome
La visión de desdén o miopía frente al manejo óptimo del patrimonio público se pierde de foco cuando los responsables de las políticas en torno a la cultura consideran a éste no como de pertenencia y uso colectivo, sino como una propiedad privada. Algo que sólo les concierne a ellos. Justo como revelaba en sus  lapsus y declaraciones a la prensa un ex director de la Secretaría de Cultura: “Hicimos muchos museos”... Lo decía con el convencimiento de que él con sus manos lo hubiera hecho. Como si hubiera sacado el dinero de su pantalón y mediante sus propios recursos hubiese financiado la obra. Así, esta visión patrimonialista opera y operó como una suerte de ceguera donde el patrimonio cultural no es de la sociedad para la que él en teoría sirve, sino que es solamente sujeto de sus criterios y decisiones personales. Algo que no requiere tomar en cuenta el impacto real de las decisiones sobre su manejo y sus consecuencias hacia la sociedad que hace uso de estos espacios. Hoy Casa Purcell no es otra cosa que sede de lujo para las oficinas de la burocracia. Se disculpará la insistencia, pero debido a esta visión y decisiones hemos perdido en un breve lapso de tiempo  –menos de un lustro, y va el recuento otra vez– de la galería, la librería, la videosala y los talleres de la ex SEC en Hidalgo y Juárez, dos bibliotecas públicas –La Central “Idelfonso Villarelo” de Coss y la “Elsa Hernández” de Bravo y Aldama–, el Centro Cultural Universitario (Aldama e Hidalgo), la Biblioteca de la Capilla de Landín, La Librería Acequia Madre del IMCS (también convertida en oficina), el Cine Palacio (que no centro cultural,  pero sí símbolo de identidad que ni Estado ni Municipio se interesaron en rescatar) y ahora, de cumplirse este dicho, Casa Purcell. La paradoja mayor: en Coahuila los personajes que más se presentaron públicamente como defensores de la cultura son los que más se encarnizaron en destruirla y en desmontar sus espacios. Y hoy sus herederos continuan su labor de indolencia, estupidez y barbarie.
Segunda paradoja: ante el aparente retroceso y contracción del aparato cultural del Estado han ido emergiendo aquí y allá instancias privadas que han salido al relevo, organizando muestras y eventos: Casa Kim, Galería Albricci, Alianza Francesa, Casa Tiyahui, El Cerdo de Babel, Estudio Lomelí, Casa República… obvio, algunos con mayores apoyos de forma directa o indirecta por parte de instancias oficiales (tema de otra entrega) Lo que nos lleva a una cuestión mayor
¿Estamos en Coahuila asistiendo a una privatización de la cultura?
En lo que su destino se aclara: no al cierre ni la enajenación burocrática y estéril de Casa Purcell, patrimonio cultural público de Saltillo.

alejandroperezcervantes@hotmail.com

Twitter: @perezcervantes7

Casa Purcel y Catedral. Alejandro Pérez Cervantes. / Foto: Internet.
La ex-librería Artemio de Valle Arizpe de la SEC hoy sede de la AIDH. / Foto: Especial.