Madres sin hijos: carta a Olga Sánchez Cordero
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Madres sin hijos: carta a Olga Sánchez Cordero
Escribo esta columna el 10 de mayo, lo hago sin el entusiasmo que encontré en los periódicos de hoy y en programas televisivos de ayer, en los que se hacen elogios generosos y desmedidos a las madres.
Es importante dialogar con usted acerca de la problemática que han vivido las Familias por Nuestros Desaparecidos en Coahuila. Esos familiares (hijos en buena parte) fueron víctimas de los gobiernos locales y federales, además de serlo de la delincuencia organizada en la que han participado de manera directa o indirecta o, por su silencio, de las instituciones que están obligadas por ley a protegerlos.
Han luchado por años. Han pasado recientemente de la esperanza al desasosiego y de ahí al resentimiento. Pareció increíble que el Presidente haya propuesto el perdón y el olvido como alternativa a la justicia. Cuando pasó por Saltillo, a Alfonso Durazo le gritaron que no querían olvidar ni perdonar: que estaba jugando con las palabras. Exigieron justicia. Le dijeron que no aceptarían la simulación. Y, en este sentido, también le hicieron saber que no sólo no confiaban en los guardianes de la ley (policías y militares) sino que tenían pruebas de que habían participado en secuestros y homicidios desde tiempo atrás. No fueron pocas las mujeres que hicieron la petición para que desaparecieran a Fuerza Coahuila, una institución temida y temible que impusieron los gobernadores anteriores. Por suerte existe una declaración del actual gobernador del estado quien se comprometió a revocar esa corporación.
Después de la enorme alegría surgida con el triunfo de López Obrador pasamos, como antes dije, a la zozobra. Ha echado reversa a promesas y compromisos. Sabemos que enfrenta al poder económico, pero debería imaginar que, en cambio, enfrentará el grito de los pobres, los humillados y las víctimas: la historia no lo absolverá.
Usted ocupa el puesto principal relacionado con la justicia. Creemos en su buena fe, pero no le daremos el beneplácito hasta verla actuar y, hasta ahora, parece usted más atolondrada que nosotros. Creemos nada más en los hechos. Ustedes, los gobernantes, nos han conducido al terreno de la duda, de la sospecha, de la incertidumbre.
El Presidente declaró que entre sus 71 prioridades la más importante es la lucha por los desaparecidos. Desearíamos tomarle la palabra, pero ya es la cuarta o quinta vez que declara en el vacío. Creó una Comisión de la Verdad para los 43 de Ayotzinapa, ¿y los 300 de Allende, y los 150 de Piedras Negras, y los 500 de La Laguna, y los 100 de Saltillo…? ¿Somos dos países, son más importantes los de Guerrero que los de Coahuila, nos rige la misma Constitución? La Constitución la culpa a usted, al Presidente, a Encinas y a nuestro gobernador. ¿Pedir perdón a los de Allende?, esto no tiene sentido. Es como hacer un monumento a los huachicoleros de Hidalgo.
Debe usted saber, mejor que yo, que tenemos años de violencia organizada a la que no se le ha enfrentado. Miles de muertos y miles de desaparecidos claman por justicia. La interpelo por la posibilidad que espero no eche abajo de acabar con la burocratización en que se escudan los distintos poderes, desde el federal hasta los municipales. Queremos datos, reclamamos la aplicación de la ciencia a los miles de vestigios localizados, anhelamos ver resultados, desearíamos dejar de ser sistemáticamente engañados. Hasta el día de hoy (Día de las Madres) son éstas las que han estado haciendo el trabajo del Estado Mexicano, cosa vergonzosa. Ellas han buscado incansablemente a sus desaparecidos y ustedes están ausentes. Me corrijo: han logrado buenos discursos. Y le aviso que no se han cansado: “nuestros desaparecidos” llaman a seguir luchando.
Y dentro de las acciones esperadas de ustedes está el castigo a quienes delinquieron y a quienes los dejaron hacer. No hay posibilidad de explicar racionalmente los crímenes sin la conjura de gobernantes, banqueros, policías, empresarios y narcotraficantes.
Si no fuese porque es una referencia religiosa (la empleo como metáfora) le diría que la injusticia contra los coahuilenses clama al cielo. Tiene usted la oportunidad de dar satisfacción a las víctimas: los familiares de las madres fueron víctimas, ellas siguen siéndolo continuamente. De no hacerlo pasará a la historia dentro de la lista de quienes dejaron de lado la justicia.