Las Meninas, obra maestra del alla prima

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Las Meninas, obra maestra del alla prima

Sea acuarela, acrílico u óleo hay dos maneras de aplicar la pintura al realizar una obra. Dejas secar la primera capa antes de pintar lo siguiente o continúas mientras esta se encuentra aún húmeda. El último caso es lo que se le conoce como técnica “alla prima”, “wet-on-wet” o “mojado sobre mojado”, popularizada por Bob Ross a través de su programa de televisión, sobre quien ya hablé hace unas semanas.

Sin embargo, aunque esta forma de trabajar llegó a una audiencia masiva gracias al “Pintor Feliz”, en realidad la aprendió de su maestro Bill Alexander —sobre quien aventuré a señalar, en la segunda entrega de estos textos, que nunca pudo superarlo—, y aunque el alemán de enérgicos modos aseguró que fue él quien la inventó realmente existe desde los albores de la pintura misma, aunque el alla prima en sí comenzó a utilizarse en el renacimiento ante el auge de la pintura al óleo.

Esta antigüedad sirve para desacreditar a quienes aseguran que lo hecho por Ross o Alexander no es una técnica “profesional”. Tal vez su aproximación a la misma haga creer a algunos artistas y críticos que no tiene potencial, o que se trata sólo de “trucos”, cuando en realidad permite a los pintores amplia expresividad en el trazo y, más importante, expresar su dominio sobre el pincel.

Prueba de ello es Diego Velázquez. Hay muchos otros artistas como Tiziano o Van Eyck —a quien mencioné en la primera de estas columnas— que hicieron uso del alla prima en su obra pero quise destacar al español porque su tratamiento de la pintura utiliza “trucos” similares a los de los “pintores felices” —aunque definitivamente son trucos mucho más prodigiosos—.

El “Retrato de Juan de Pareja”, que hizo en 1650 de su esclavo y aprendiz, es un ejemplo destacado por investigadores como uno de mayor destreza, sino es que su mejor pieza, me decanté por abordarlo desde “Las Meninas” por su popularidad, retornando al punto establecido por Bob Ross en su intención de llevar el conocimiento del arte a un público mayor.

El gigantesco cuadro —3.18 por 2.76 metros— fue creado en 1656 como un retrato inusual de la Familia Real española con la Infanta Margarita en el centro de todo. Ya habrá, tal vez, otra ocasión de hablar de su particular composición —aunque hay infinidad de textos que la abordan— pues lo que nos compete en esta ocasión es la construcción pictórica.

El alla prima, como lo dieron a conocer los conductores de televisión en sus respectivos programas a una audiencia masiva, otorga al pintor la capacidad de difuminar sobre el lienzo mismo los diferentes colores, evitando contornos marcados, creando una impresión de luz —por lo que muchos dicen que Velázquez fue precursor de los impresionistas— y todo esto en tiempo récord, pues al no trabajar a la espera de que la capa previa seque, se puede terminar un cuadro en una sola sesión, con las siguientes sirviendo para retoques mínimos.

Los “trucos” no son observables a la distancia, y aunque en el Prado el gentío evita apreciarla como se debe, en ciertas imágenes de internet se pueden ver los trazos —en los que aplicó la pintura con decisión y a “borrones”— y los colores —de una paleta limitada, no por decisión propia, sino por los materiales de la época, que reducían los pigmentos a los encontrados en la naturaleza— se aprovechan al máximo, al grado de que crea ilusiones de tonalidades que no están, como sucede con los rojos brillantes en el vestido de la niña.

Este rojo no es tal, no existe. Se habla de que utilizó un bermellón apagado, pero al colocarlo en contraste con los azules y grises que utilizó destaca aún más. Aunado a esto, la pincelada suelta, con pigmentos diluidos, como lo describe la web del Museo del Prado lo lleva a “lograr más con menos”.

Y esto mismo se traduce en las enseñanzas de Ross y Alexander, quienes llevaron la técnica a su expresión más sencilla y accesible a millones de televidentes, algunos de los cuales, como yo, descubrieron el amor por el arte a través de ellos, y otro tantos más que lograrán, a base de disciplina y rigor académico, equiparar o su superar su técnica con la del maestro español, como muestra de lo que los tres tienen para aportar al mundo del arte.