AMLO y las declaraciones estigmatizantes

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AMLO y las declaraciones estigmatizantes

Los gobiernos auténticamente democráticos se obligan a observar ciertas pautas de conducta en materia de derechos humanos. Entre estas se encuentra una particularmente relevante: abstenerse de realizar declaraciones estigmatizantes capaces de poner en riesgo el ejercicio de la libertad de expresión.

Y se trata de una obligación relevante porque dicha libertad es, de acuerdo con los estándares construidos por el Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos, uno de los “componentes fundamentales del ejercicio de la democracia”.

Para decirlo más claro: la democracia no existe si no es posible ejercer a plenitud la libertad de expresión, de manera general por parte de todos los ciudadanos, y de manera particular por quienes ejercen el oficio de periodistas.

Justamente por ello, los estados suscriptores de la Convención Americana sobre Derechos Humanos han contraído el compromiso de proteger este derecho de manera particular.

Al respecto, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ha señalado reiteradamente la obligación de los estados –y de sus gobiernos, por ende– de “prevenir, proteger, investigar y sancionar la violencia ejercida contra periodistas”.

Y para no dejar lugar a dudas, la Relatoría ha sido específica al detallar cuál es el significado de “prevenir”: tal obligación “supone –entre otras– la de adoptar un discurso público que contribuya a prevenir la violencia, lo cual requiere que los funcionarios públicos se abstengan de realizar declaraciones que expongan a periodistas y trabajadores de medios de comunicación a un mayor riesgo de actos de violencia”, ha señalado la institución.

De espaldas a tales postulados, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha mantenido una política de estigmatización en contra de sus adversarios políticos y detractores, así como del sector más crítico del periodismo al cual intenta caricaturizar denominándolo “prensa fifí”.

Reacio al abandono de la esquizofrenia discursiva, el mandatario ofrece muestras, todos los días, de su vocación por la estigmatización de sus adversarios y, al mismo tiempo, intenta convencernos de su compromiso con el estado de derecho, el respeto al principio de presunción de inocencia y el derecho al honor de las personas.

Durante sus conferencias de prensa diarias, y con diferencia de apenas unos segundos, el mandatario convoca primero a la reconciliación y reitera su aversión al ejercicio de la represión desde el poder, para enseguida lanzar una andanada de insultos y agresiones en contra de quienes opinan diferente.

De tal conducta no se salva nadie: desde los “conservadores” hasta los “neoliberales rapaces”, cualquiera puede ser blanco de la vocación lenguaraz del titular del Ejecutivo. Y el término cualquiera incluye, desde luego, a los representantes de los medios de comunicación.

Sobre el particular, el portal web La Silla Rota publicó en la semana un reporte titulado “Periodistas en la mira del ‘ala radical’ pro AMLO”, un texto en el cual el periodista Alberto Oaxaca realiza un recorrido por los múltiples sitios web dedicados a increpar a los periodistas cuyo atrevimiento les lleva a formular preguntas “incómodas” al presidente durante su conferencia de prensa de todas las mañanas.

En el texto se analizan episodios específicos de reporteros agredidos mediante el uso de videos, lanzados desde canales de YouTube, en los cuales no solamente se les critica por realizar su trabajo: también se les acusa de corrupción y de estar al servicio de los enemigos políticos del Presidente, razones por las cuales se convoca a agredirlos.

La directora de la organización civil Artículo 19, Cristina Ruelas, ha calificado  de “preocupante el estigma contra los periodistas” en el actual gobierno y, desde su perspectiva, éste deriva de un ambiente de polarización creado a partir de la adopción de una idea: “estás con López Obrador o estás contra él”.

Los acólitos del Presidente replicarán el argumento negando la posibilidad de responsabilizar a López Obrador de la conducta de individuos particulares y exonerándole de toda carga en relación con los ataques sufridos por los periodistas dedicados a la cobertura de las acciones de su gobierno.

Pero el Presidente sí es directamente responsable de tales hechos, porque alienta cotidianamente el clima de animadversión contra quienes no piensan como él, al sostener un discurso maniqueo según el cual el mundo se encuentra dividido en dos bandos absolutamente diferenciados: el pueblo bueno y la “mafia del poder”.

Y es responsable también porque, a diferencia de hace dos meses, hoy es el Presidente de la República y eso implica la obligación no sólo de abstenerse de realizar declaraciones estigmatizantes, sino de condenarlas sin ambigüedades cuando estas se registren. Esto último, al parecer, le resulta sumamente difícil de comprender.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx