Puebla: un desafío para Morena

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Puebla: un desafío para Morena

Uno de los rasgos característicos de nuestra clase política es su oportunismo. Carentes de un código mínimo de ética, proclives a la deshonestidad intelectual y refractarios a la decencia, nuestros políticos –de todos los colores– no desaprovechan la oportunidad para utilizar la coyuntura en su beneficio.

A partir de esta posición pueden, sin rubor alguno, aprovecharse incluso de la tragedia para “recuperar” el terreno perdido. Eso podría ocurrir en Puebla en los próximos días, derivado del trágico fallecimiento de la gobernadora Martha Érika Alonso y de su esposo, el líder de la bancada del PAN en el Senado, ocurrido en la víspera de Navidad.

Como bien se sabe, los resultados electorales del pasado 1 de julio configuraron uno de esos escenarios caprichosos susceptibles de ocurrir en democracia: la coalición encabezada por el Partido Acción Nacional conquistó la gubernatura del estado, pero la liderada por Morena se hizo con el control del congreso local, las senadurías de mayoría y prácticamente todos los distritos electorales federales.

A partir de tales resultados Puebla tenía, desde el pasado 14 de diciembre, un gobierno dividido: un partido controlaba el Ejecutivo y otros distintos el Legislativo. Desde la perspectiva teórica, un deseable balance de pesos y contrapesos.

Pero toda teoría política se estrella contra la peculiar lógica de quienes integran la clase política mexicana y eso quedó probado desde el acto de asunción de la malograda gobernadora: debido a la decisión “democrática” del presidente de la Mesa Directiva del Congreso, el petista José Juan Espinosa Torres, de cancelar las sesiones del pleno, Alonso Hidalgo debió recurrir a la previsión establecida en el artículo 75 de la Constitución poblana y rendir protesta ante el Presidente del Poder Judicial.

Su ausencia definitiva ha colocado a los integrantes del Poder Legislativo de Puebla ante una encrucijada: ¿a partir de cuáles criterios se elegirá a quien ocupe de forma interina la titularidad del Poder Ejecutivo, en tanto se realizan las elecciones extraordinarias de las cuales surgirá quien concluya el actual período gubernamental?

El quid del asunto, como ya se ha señalado líneas arriba, se ubica en el singular hecho del gobierno dividido: la coalición liderada por el PAN ganó la elección de gobernador, pero son sus rivales políticos –Morena y adláteres– quienes tienen los votos para tomar esta decisión… o imponerla.

La gran pregunta es entonces, ¿“aprovechará” Morena la oportunidad obsequiada por el destino para hacerse con la titularidad del Poder Ejecutivo de Puebla, aún cuando los electores se la negaron en las urnas?

La pregunta podría tener una respuesta simple si no fuera por la facilidad con la cual se abrazan en México las teorías conspiratorias. Y en este apartado, sin duda los sucesos de Puebla sirven para dar rienda suelta a la imaginación y utilizar la proclividad colectiva por entregarse al facilismo argumentativo según el cual  se acierta cuando se piensa mal.

En este sentido, la mayoría legislativa controlada por Morena en el Congreso de Puebla deberá decidir si desea o no cargar, de cara a las elecciones extraordinarias –a realizarse en algún momento aún incierto de 2019–, con el fantasma del “compló”.

Me explico: si los legisladores del partido del presidente Andrés Manuel López Obrador deciden usar su mayoría y ganar en la mesa lo perdido en las urnas, sin duda estarían dando pie al recrudecimiento de la campaña, desatada desde el pasado día 24, orientada a acusar al Gobierno Federal de conspirar para causar la muerte de la mandataria poblana.

Lo he dicho antes y lo reitero ahora: no me gustan las teorías conspiratorias y por ello no recurro a estas sino como último recurso para explicar la realidad. En este caso particular, no encuentro elementos –no hasta ahora, por lo menos– para otorgarle algún grado de verosimilitud a la especie.

Pero tal cosa, como bien sabemos, es irrelevante. Y quien mejor debiera entenderlo es el propio Presidente de la República porque, a lo largo de toda su carrera política, ha hecho del arte de lanzar al aire acusaciones sin sustento y construir conspiraciones inexistentes, su estrategia discursiva favorita.

Pero hoy, al no ser más un candidato en campaña sino un mandatario en funciones, la ecuación se vuelve en su contra: se negó a reconocer el triunfo de Martha Érika Alonso como gobernadora luego de conocerse el resultado oficial; tildó de equivocada la sentencia con la cual el Tribunal Electoral puso fin al largo litigio postelectoral; se negó a asistir a la toma de protesta (con lo cual, probablemente, provocó la “clausura” del Poder Legislativo y la consecuente toma de protesta en el Poder Judicial) y el día 25 largó un pretexto pueril para no asistir al funeral de la malograda pareja.

La mesa está servida para la especulación, más allá de si las teorías tienen asidero en la realidad o no: si Morena se “agandalla” la gubernatura de Puebla, la elección extraordinaria estará marcada por el señalamiento del “crimen de Estado”. Esperemos a ver el desenlace de la historia.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx