Red zone
Usted está aquí
Red zone
Por: Miguel Ángel García Torres
Cuando por fin se descubrió agua en Marte, mientras la humanidad estaba en vías de extinción, nadie quiso viajar voluntariamente para colonizar el planeta rojo. La aridez escarlata sólo prometía soledad a millones de kilómetros de nuestro hogar. Sin embargo, la plaga de humanos era una amenaza de muerte y había que vaciar la Tierra pronto.
Los gobiernos habían estudiado ya el impacto del recorte de habitantes y hubo un acuerdo internacional que promovió la migración para los primeros residentes de Marte, quienes recibirían múltiples beneficios.
Nadie atendió la convocatoria. Amplios terrenos, mansiones de vanguardia y sueldos millonarios, no resultaron tentadores para ansiar el exilio. Aun así, la población empezó a disminuir con rapidez. La mayoría de desaparecidos eran hombres y la Tierra recuperó su vigor en semanas, pese a los siglos de sobreexplotación. Miles se esfumaron de su hogar o trabajo; pero nuestro planeta, a gran velocidad, regeneró sus recursos naturales.
Alguien sugirió añadir una cláusula en las recompensas para mudarse: “La vida en pareja, por ley, será obligatoria”. De inmediato, el índice de éxodos se incrementó al triple. La base de operaciones parecía bar de citas a ciegas, el día del despegue. Los andenes lucían saturados con pasajeros y tiendas de regalos. Los solteros de la Tierra seguimos el protocolo de caza y tomamos el primer vuelo en el transbordador espacial. Vista sobre la plataforma, esa astronave tenía aspecto de montículo y cargaba con las ilusiones de gente descorazonada.
Cuando la tripulación de rechazados desembarcó en una colina, nos sentimos como en casa. El amor no correspondido pululaba en el aire marciano. El polvo escarlata del suelo cubría el valle y sus montañas. También se adhería rápido a la nave y a nuestros trajes. Había miles de colinas iguales a nuestro alrededor y un páramo vacío de damas. Descubrimos con horror que ninguna mujer había abordado. El capitán de la colonia terrícola, igual de célibe que el resto, era profesor de química y analizó la superficie. Se dio cuenta que pisábamos el cuerpo fosilizado de millones de rosas rojas. Escarbamos en la arena carmesí y dimos con cientos de cadáveres humanos. Siempre había uno al pie de cada colina.
El cuarto planeta del sistema solar era el verdadero destino de la friendzone. Pero ahora nos enviaban en montón a todos.
Miguel Ángel García Torres
NARRADOR
Originario de Monclova, es licenciado en Letras españolas por la UAdeC.
Participó en el Círculo de Estudios Literarios
“Otilio González” impartido por Alejandro Pérez Cervantes.