La dama de los perros

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La dama de los perros

Ilustración: Vanguardia/Esmirna Barrera

Se llama Silvia Navarro, famosa antes que la actriz del mismo nombre, por ser animalista y rescatar perros de la calle, o por defender perros domésticos maltratados.

La conozco desde que era una preparatoriana que detenía el tráfico por su belleza y sensualidad natural con su cabellera negra y larga.  Hicimos teatro universitario participando en obras de Moliere, de Federico García Lorca, o de Tennessee Williams, como lo es “El caso de las petunias pisoteadas” bajo la dirección de Ramón Radillo.

Pasó el tiempo y se casó por amor pudiendo haber hecho un matrimonio de comodidad económica, pero no se equivocó pues su esposo ha sido su sustento moral y juntos han procreado a una hermosa hija.

Silvia Navarro fue embarneciendo y adquirió una figura rotunda pero siempre conservado el glamour por lo que por algunos años fue modelo de tallas extras. Pero hoy ella es mucho más que una mujer atractiva, pues es un ejemplo vivo de lo que es la compasión tal y como se cita en el segundo enunciado del primer principio de La Carta de la Tierra: “Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor”.

La Carta de la Tierra es un documento que integra principios y valores para el tránsito de la humanidad hacia el desarrollo sustentable.

Y Silvia es realmente compasiva. Con su escaso patrimonio y sueldo, Silvia aporta alimentos a perros callejeros a los que tiene detectados en los barrios aledaños a su casa, pero también va a lugares lejanos a rescatar canes cuya mala condición le es compartida por medio de las redes sociales.

Hace unos días fui a su casa donde ya la esperaban una veintena de palomas a quienes proporciona alimentos diariamente. Al tocar la puerta me ladraron un grupo de perros que viven con ella y su familia. Pero no son perros del promedio ya que han enfrentado historias de maltrato y Silvia les ha ofrecido los servicios de veterinarios para curarlos y los tiene en su casa en donde les brinda amor aunque carezcan de una pata o estén ciegos.

Muchas veces Silvia empeña sus alhajas para cubrir las operaciones de los perros que protege. En esa ocasión que la vi ella estaba por irse a un sitio a 60 kilómetros de su casa para rescatar un perro maltratado. La admiro mucho.

Ella con bastantes necesidades materiales ofrece sus haberes para con los perros porque los considera parte de la comunidad de vida.

Los ayuntamientos bien harían en tener un programa para el cuidado de los perros con apoyo de personas como Silvia, más allá de atraparlos y hacerlos morir.

En Bustamante, mi pueblo querido, he visto en postes mensajes en los que se pide a los automovilistas tener cuidado para no atropellar a los perros que transitan por las calles.

Conozco dos personas cercanas, -un primo hermano y un ahijado- que tienen fundaciones que apoyan a perros maltratados y me alegra que así sea porque el sector privado siempre pone la muestra. Ellos cuentan con un buen corazón y con recursos económicos.

Silvia Navarro Marmolejo tiene un nivel de convicción inversamente proporcional a su posición económica, pero allí se le ve caminando por los suburbios de la ciudad mostrándonos que la compasión es algo que existe. Ella es la dama de los perros.