Clericalismo y pederastia
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Clericalismo y pederastia
El Papa Francisco ha enviado una carta de alarma a toda la Iglesia Católica, al pueblo de Dios. Es una carta de dolor y vergüenza, por los sacerdotes pederastas que siguen apareciendo porque su denuncia ha dejado de ser protección y se ha convertido en complicidad. La condena de la Suprema Corte de Justicia de Pensilvania a 300 sacerdotes que abusaron sexualmente de niños inocentes en los últimos 70 años, fue el último escándalo que despertó a la conciencia. Se suman a los casos de clérigos y religiosos pederastas que han sido sentenciados y que han purificado a la Iglesia.
Las denuncias no son la causa de las consecuencias de estos delitos que no sólo han provocado vergüenza y dolor a los católicos que mantienen su fe y confianza en la Iglesia Católica, sino que han provocado una incredulidad progresiva, una deserción multitudinaria y una desconfianza hacia la jerarquía católica y el clero. Negarlo sería repetir una de las causas del fenómeno de la pederastia en el clero católico: callar y disimular para no disminuir una buena fama clerical colgada de alfileres, que contribuye a que el desprecio de la castidad prometida de los clérigos en muchos sea solamente una fachada y no un testimonio de espiritualidad y compromiso sagrado.
El Papa Francisco en su carta expresa un dolor auténtico por la traición de los pederastas, por eso afirma que toda la Iglesia sufre por el delito y sus cómplices. Usa frases tan fuertes como cuando denuncia un estilo “soberbio de corazón” en clérigos y fieles que lleva a la complicidad.
Se detiene en denunciar una de las causas de lo que él llama “corrupción de la espiritualidad” cristiana que lleva, no a construir comunidades de fe y de amor genuino, auténtico y cristiano, sino a “pequeñas élites sin raíces (espirituales sólidas), sin rostro (diferente y cristiano), sin vida (es decir mecánicas y ritualistas inconscientes).
Lo peor viene cuando denuncia que esta corrupción espiritual se manifiesta en un “clericalismo”, que define como “una actitud (o sea una disposición permanente que dirige las decisiones y conductas ministeriales) que no sólo anula la personalidad de los cristianos sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal (que en la interpretación cristiana significa liberación y adquisición de la ciudadanía en la Iglesia) que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente”. ¡El “clericalismo” está anulando la personalidad en lugar de cultivarla! Y todavía nos preguntamos ¿por qué se aleja la gente?
Estas frases no sólo las está diciendo un Papa arrebatado por las emociones y el dolor, son frases que van dirigidas a la conciencia cristiana y recuerdan el dogma del bautismo cristiano: convertir a un ser humano en hijo de Dios. Esto no es metáfora poética, es transformación real. Cada cristiano y cada víctima de los pederastas es un hijo de Dios. De ahí nace lo agravante del crimen, pues lo consume un cura o un religioso consagrado a servir y cultivar a un ser sagrado.
No hay mal que por bien no venga. A partir del 2002 han disminuido estos delitos y la Jerarquía ha empezado a corregir su sistema de formación de sacerdotes. Por lo pronto el arzobispo de México ya creó 10 casas parroquiales en donde van a ser cultivados para ser sacerdotes, viviendo en medio del pueblo, estudiando y trabajando para ganar su sustento. Con lo cual reciben el mensaje de que no son sujetos de privilegio, ni de una élite de mantenidos que deben ser servidos, sino hombres maduros, conscientes y comprometidos con el testimonio y servicio al estilo humilde y cristiano. Ojalá que don Raúl Vera siga el ejemplo y transforme radicalmente el semillero que cultiva a sus futuros sacerdotes.