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Debate sobre la presencia de curas gays divide a EU
Nueva York.- Las acusaciones de que el ex cardenal Theodore McCarrick mantuvo relaciones sexuales con seminaristas adultos avivaron el largo debate sobre la presencia de hombres homosexuales entre los sacerdotes católicos.
Algunos conservadores piden que se purgue a los curas gays, tarea complicada, pues se cree que son muchos y muy pocos reconocen abiertamente su orientación. Sectores más moderados instan a la Iglesia a eliminar la necesidad de mantener el secreto proclamando que los homosexuales son bienvenidos si pueden ser curas comprometidos con el celibato.
Entre los moderados está el reverendo James Martin, jesuita y escritor cuyo libro, Construyendo un puente, vislumbra un camino hacia relaciones más cálidas entre la Iglesia católica y la comunidad LGBT.
La idea de una purga a los curas homosexuales es ridícula y peligrosa, comentó Martin en un correo electrónico. Cualquier purga vaciaría las parroquias y órdenes religiosas de miles de sacerdotes (y obispos) que llevan vidas sanas de servicio y vidas fieles de celibato.
Esta postura enfurece a algunos católicos conservadores. Michael Hichborn, presidente de un instituto de enseñanza católica tradicional, refirió el caso de McCarrick y dijo que debe haber una completa y absoluta remoción de todo clérigo homosexual de la Iglesia.
Probablemente resultará en una gran escasez de sacerdotes, indicó Hichborn. Pero definitivamente valdrá la pena el esfuerzo.
Aunque el caso McCarrick intensificó el debate en Estados Unidos sobre los curas homosexuales, es un problema internacional. Escándalos similares se han difundido en Chile, Honduras, Francia e Italia.
En Estados Unidos, donde las pesquisas podrían determinar si los dirigentes eclesiásticos hicieron caso omiso de la tendencia de McCarrick hacia los seminaristas jóvenes, ha habido acusaciones de conducta sexual inapropiada en seminarios. El cardenal Sean O’Malley, de Boston, anunció hace poco una investigación a su seminario diocesano.
La doctrina católica tiene matices. La Iglesia dijo que los gays deben ser tratados con dignidad y respeto, aunque ha enseñado que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados.
En 2005, el Vaticano afirmó que los homosexuales, aunque fueran célibes, no deberían ser sacerdotes y dijo que los líderes de la Iglesia no pueden aceptar a aspirantes a seminaristas que “practiquen la homosexualidad, presenten tendencias homosexuales profundamente arraigadas o apoyen la llamada ‘cultura gay’”.
El papa Francisco reafirmó esta postura, pese a su famosa frase ¿Quién soy yo para juzgar?, dicha en 2013 cuando le preguntaron sobre un presunto sacerdote gay.