El tren transpeninsular
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El tren transpeninsular
Los yucatecos son muy celosos de su historia, aun más localistas que los regiomontanos, que los saltillenses y que hasta los poblanos, y eso es mucho decir.
Participé en el 41 Congreso de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas (ANACCIM) que se realizó en Valladolid, Yucatán, esta semana. Vaya que esta ciudad reúne atributos que la hacen muy especial: ya por su arquitectura o por su rica historia.
Valladolid es uno de los 101 Pueblos Mágicos y está apenas a 30 metros sobre el nivel del mar y con una población de 50 mil habitantes, muchos de ellos de ascendencia maya.
Es evidente el turismo extranjero que seguramente permite una derrama económica a la ciudad aunque estamos también muchos mexicanos visitando esta ciudad fundada en 1543 y que tuvo como primer nombre el de Sací, “La Sultana de Oriente”.
Sorprenden sus calles y amplias banquetas aunque el estado de sus cenotes preocupa porque no han escapado de la contaminación, ya que han sido de depósitos de basura, ensuciados mayormente por granjas porcinas cuyo establecimiento rebasa la ley cuando más que nunca, ante la inminente crisis hídrica, deberían conservarse con dignidad.
En el sexenio que está por concluir, se canceló el proyecto del tren transpeninsular en la península de Yucatán, pero ahora a la llegada del nuevo sexenio presidencial este proyecto renació con más empuje, tanto que los empresarios de la región han hecho propuestas alternas para que el trayecto del trazo de las vías ferroviarias genere el desarrollo de lugares que en este momento no son lugares turísticos.
Se ha mencionado las poblaciones de Palenque, Bacalar, Mérida, Valladolid y Tulum, entre otras. Si realmente la misión del Gobierno federal que está por entrar es evitar la corrupción, esperaría que expertos, no sólo empresarios, hagan un proyecto eficiente económicamente que no supere los 65 mil millones de pesos presupuestados para este fin.
En Izamal, Pueblo Mágico memorable a una hora y media de Valladolid, se organizó una comida que presidió el arquitecto Carlos Cosgaya y patrocinó una empresa ambientalmente responsable cuyo origen familiar está en Bustamante, Nuevo León, y que tiene presencia en más de 200 ciudades mexicanas y en países como Costa Rica, Panamá y Colombia.
Allí se dieron cita además de los cronistas, industriales y personas integrantes de organizaciones de la sociedad civil que se preocupan en Yucatán por el medio ambiente.
Para todos los que estuvieron en la comida, el tema del tren peninsular no es un tema menor. Habrá que preocuparse por el trazado de las vías ferroviarias para que no lastime ecosistemas con endemismos y, por supuesto, que no afecte el paisaje cultural.
Ojalá pudiéramos recuperar el derecho de usar el ferrocarril que fuera detonador a principios del siglo 20 de la economía de México en tiempos porfiristas y que apalancara la Revolución; ahora con el propósito de mejorar la movilidad urbana de las ciudades que tanto la requieren y para que mercancías e insumos no sean trasladadas por tráileres en carreteras que provocan tantos accidentes. Diría mi padrino Julián Garza, “El Viejo Paulino”: cada tráiler en la carretera es como una bala perdida.
Que vuelvan los tiempos del ferrocarril, y que el tren transpeninsular maya sea una realidad en el sur-sureste mexicano que promueva el desarrollo local de las comunidades por donde pase, y que no sólo beneficie a los centros turísticos.