Hacia un ‘cielito lindo’ de todos los mexicanos
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Hacia un ‘cielito lindo’ de todos los mexicanos
Estoy escuchando “Danzón”, de Arturo Márquez. Igualmente vienen a mi imaginación el “Huapango” de Moncayo, los nombres de Revueltas, Chávez, Diego Rivera, Orozco y tantos otros que nos han elevado el alma de mexicanos, cuyo talento los elevó por encima del cinismo y la mediocridad, y nos han hecho mirar para el cielo donde están las nubes de los valores.
Igualmente aparecen Luis H. Álvarez, el Ing. Heberto Castillo (que despertó en mí la conciencia de las ‘Garantías Individuales’ en el 68), Cuauhtémoc Cárdenas y tantos héroes anónimos de la democracia mexicana. Todos ellos fundidos no sólo con la belleza de nuestras montañas, ríos y playas, sino con la milenaria dignidad de nuestro pueblo, cultivada en las virtudes del trabajo, del respeto a la tierra y de “la honradez de palabra”, desde los tiempos de Tata Vasco y de los franciscanos evangelizadores.
Este es el sarape de la historia del alma mexicana, tejido con arte, barro y tierra, con ideales y luchas de mexicanos incondicionales que no se rindieron a la codicia, ni traicionaron a la patria hecha bandera, ni la bandera que invoca con sus colores su alma milenaria.
Esta historia de México también está contaminada. La historia de sus gobernantes tiene más de cizaña que de trigo. Desde los tiempos aztecas y coloniales eran impuestos por las armas, nunca por la libertad de elegir. Después por el poder de los cañones y del dinero nacional o extranjero, y finalmente por la “dictadura blanda” del partido o de los partidos.
Pero el alma mexicana siempre ha conservado su libertad a pesar de la cizaña. Ha conservado la libertad del espíritu, de conciencia crítica, de creatividad, de amor fraterno y solidario, de búsqueda de la verdad y de la bondad en medio de la mediocridad institucionalizada.
Su libertad no ha perdido la esperanza de ser un mejor País, a pesar de los severos obstáculos que ha vivido en su historia. Y esa voluntad de ser mejor, hoy está cada vez más generalizada en la ciudadanía. Desde la década de los sesenta despertó su responsabilidad de elegir, aunque significara sangre y desprecio. Empezó a fortalecerse con su grito, que Tlatelolco y el sistema gobernante no pudo silenciar ni con la complicidad de la TV y de los medios.
Mañana los ciudadanos no elegiremos solamente cuál economía generará más dinero en los bolsillos, ni cuál educación cultivará mejor los talentos de nuestros hijos, ni cuál sistema de salud cuidará más de nuestro futuro. Todo eso es un merecido resultado, pero no la causa o la raíz que genera la savia fundamental.
Mañana vamos a elegir nuestro futuro y el de nuestros hijos. Vamos a elegir a un equipo de gobernantes y legisladores que cultiven el alma milenaria de los mexicanos, su conciencia y la responsabilidad de su belleza cultural, de su evolución ecológica, de su compromiso con la verdad y la bondad humana. Una responsabilidad que cure y alivie el deterioro del alma y la cultura mexicana que está en estado muy grave. El cinismo, la corrupción y la cizaña explotadora están erosionando los fundamentos del espíritu mexicano.
Mañana tendremos en nuestras manos un voto que nos compromete, no a elegir un personaje o un partido, sino a unos servidores públicos, incondicionales a sus intereses personales o partidistas, auténticamente honrados y veraces, que aseguren que el trigo del alma mexicana evolucione hacia un bien superior de belleza, ciencia y verdad, bondad y solidaridad.
Mañana podemos elevar nuestro México hacia un futuro “cielito lindo” con nuestro voto.