La reseña: De las grandes indiadas a la guerra del narco
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La reseña: De las grandes indiadas a la guerra del narco
Foto: Especial
En Los bárbaros, el rey, la iglesia (los nómadas del Noreste novohispano frente al Estado español), el historiador Carlos Valdés lleva a cabo una fructífera revisión de este viejo asunto, que compete a la historia de ambos países, poniéndolo a la luz de criterios posmodernos como los derechos humanos, el multiculturalismo, la reivindicación de los pueblos aborígenes
Por: Alfredo García Valdez
¿Es la guerra del narco una indiada posmoderna? ¿La última indiada, una vez que se construya el muro de Trump? (Una vez erigido éste, el abominable Donaldo pasará a la historia como uno de los Founding Fathers de los Estados Unidos, pues dicho gesto sancionará, 170 años después, la invasión norteamericana de 1847: sin muro no hay nación, para ellos). Lo cierto es que, desde tiempos prehistóricos, la línea imaginaria que divide a ambos países ha sido atravesada libremente por dinosaurios y criaturas extraterrestres, por indígenas y bestias, por soldados españoles y colonos norteamericanos, cargando en sus alforjas toda clase de bastimentos y materiales: pieles, tabaco, armas de fuego. (Don Evaristo Madero, verbigracia, hizo su fortuna gracias al contrabando de toda clase de artículos a través del río Grande, como hacen los actuales barones de la droga, que se dedican al trasiego de armas, cocaína y almas muertas centroamericanas).
En Los bárbaros, el rey, la iglesia (los nómadas del Noreste novohispano frente al Estado español), el historiador Carlos Valdés lleva a cabo una fructífera revisión de este viejo asunto, que compete a la historia de ambos países, poniéndolo a la luz de criterios posmodernos como los derechos humanos, el multiculturalismo, la reivindicación de los pueblos aborígenes. Por cierto que a Felipe II, emperador del mundo, jamás se le ocurrió construir un muro para delimitar y definir sus posesiones americanas, pues para él, si es que pensó en el tema, el río Mississippi sería la frontera natural que las delimitaba al norte, en el desierto y brumoso Septentrión. En el caso de numerosísimos pueblos y clanes norteamericanos, no es posible elaborar una ‘visión de los vencidos’ con base en documentos autóctonos. Los rastros que quedan de ellos es preciso buscarlos en los informes de evangelizadores y soldados-burócratas novohispanos, que naturalmente los describen desde afuera y con propósitos más bien bélicos, punitivos o meramente administrativos. Aun así, es posible para Carlos Valdés dibujar, con acuciosa simpatía, una sombra de lo que fue su cultura, sus sistemas familiares, sus creencias totémicas, su herbolaria, sus técnicas de guerra. Todo ello confrontando los viejos documentos con las muestras vivas de poblaciones indígenas que habitan en Sonora, Chihuahua y –muy deletéreamente– en Coahuila. El choque de culturas –menos devastador que el aerolito que se hundió en Yucatán y desvió el eje del planeta, propiciando un cambio climático que acabó con el ecosistema de los dinosaurios– fue sin duda demoledor para aquellas etnias, que lo asimilaron acaso huyendo, escapando periódicamente hacia las Grandes Praderas del medio oeste, donde se rehacían y tornaban a atacar las misiones y poblados españoles y tlaxcaltecas. Naturalmente, ellos no entendían de banderas propias ni ajenas, de delimitaciones territoriales o reivindicaciones de tipo territorial, ideológico o geopolítico. La vieja insignia de las Cruzadas, que los españoles acababan de usar para expulsar a los árabes de su nicho peninsular, nada significó para ellos, como tampoco la teología ni las alegorías que ondeaban a un tiempo con ese símbolo. No tuvieron, entonces ni ahora, alguna coherencia étnica, cultural y militar que les permitiera enfrentar tan inédita situación. (Más al norte, la Confederación Iroquesa, verbigracia, fue el modelo para la organización de las Trece Colonias, y los yanquis aprendieron de ella mucho más de lo que pudieran enseñarles los libros de Locke, de Rousseau o de Montesquieu).
En 450 amenas y nutridas páginas, Carlos Valdés pone su minuciosa preparación académica y sus herramientas metodológicas, al servicio de un tema que hasta ahora había sido tratado de manera anecdótica y aun discriminatoria por los aficionados locales a la historia. (Todavía a mediados de la década de 1990, verbigracia, la esposa del entonces gobernador de Coahuila, intentó expulsar a las indígenas tarahumaras que bajaban a Saltillo a vender nueces, con un peregrino y trasnochado “argumento” derivado de las pequeñas y grandes indiadas del siglo 19.) Leyéndolo, nos percatamos hasta qué punto la historia es una ciencia que ilumina los temas de actualidad, hasta el punto de revivir un documento de cabildo o de iglesia de hace cuatro siglos, y volverlo tan interesante y tan ameno, tan rudimentario y palpitante como un boletín de televisión o una fake news de las redes.
LIBRO
'Los bárbaros, el rey, la iglesia'
Carlos Manuel Valdés
Saltillo, Coahuila, 2017