El gobierno de la madre

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El gobierno de la madre

El mexicano tiene en un nicho a su madre, y en otro a la Virgen de Guadalupe. El 10 de mayo es una fiesta casi religiosa. La cultura mexicana glorifica a la madre, el mexicano tiene una fijación profunda inconsciente a la madre.
 
“Una necesidad de su amor y de su capacidad alimentadora incondicionales que en realidad mutilan la independencia individual. Muchas familias en México carecen de padres, y los hijos son criados por mujeres que, o bien han sido abandonadas por sus esposos o porque han echado de la casa hombres que no podían sostener a la familia y que tratan de afirmar su masculinidad por medio de la fuerza bruta.
 
En otras familias, los hombres conservan su dominio sobre las mujeres con el garrote de la fuerza económica, pero existe poco amor o afecto. 
 
Los hombres con frecuencia traicionan a sus esposas.
 
En algunos mexicanos el machismo está correlacionado con la dependencia intensa de la madre y el síndrome autoritario explotador. Cuando el padre fracasa en cuanto perceptor de ingresos, los hijos los rechazan y permanecen vinculados a la madre.
 
La dependencia a la madre también resulta favorecida por la desconfianza hacia las instituciones sociales y políticas que representan al padre.
 
Cuando las personas piensan que la autoridad es irracional, y no pueden esperar un tratamiento justo por parte de la policía, los tribunales y de los administradores, la imagen de la madre como la única persona que ama incondicionalmente, que nunca traicionará, que siempre impartirá protección, se vigoriza.
 
La madre representa el puerto seguro del hogar, y regresivamente, del vientre. El padre representa la sociedad, el contrato y la autoridad estructurada. La capacidad del padre para adaptarse a la sociedad es una lección poderosa para sus hijos. Si no logra hacerlo, lo rechazan no solamente el, sino también a su fe en la autoridad racional, en la ley y en el contrato.
 
De acuerdo con este estudio el gobierno es paternalista, proveedor de beneficios. Muchos lo ven como un repartidor de dádivas, un benefactor del cual depender. En ocasiones hasta se espera que el gobierno haga por el ciudadano lo que él puede hacer por sí mismo.
 
El estado ha fallado en impartir justicia, al usar la ley a su conveniencia, a modo propio para beneficiar a sus cómplices y base clientelar de votantes. La justicia se convierte en una quimera una utopía. 
 
El ciudadano queda indefenso, ni siquiera tiene los medios para hacerse justicia por su propia mano. En un país donde la impunidad es la reina, donde la justicia ve hacia el lado de la balanza que le conviene. La ley se convierte en un chiste, un documento ignorado que se saca de un cajón solo cuando hay que aplicarla para beneficio del gobernante en turno. 
 
Al fallar el estado como padre, el ciudadano-hijo busca un gobierno-madre que lo proteja, que lo haga sentir seguro, que le dé pecho. Que supla el papel fallido del padre. Entonces en esta confusión entre gobierno y padre, el estado ha contribuido a mermar la figura patern. De la misma manera en que la ausencia y la falla paterna en la familia, ha contribuido a dinamitar la confianza en el gobierno.
 
Los hijos-ciudadanos tienen problemas para respetar la autoridad, cuando la autoridad no ha sabido darse a respetar, o ha abusado de su poder.
En el fondo, el ciudadano sabe que cada cambio de gobierno es darle el turno a un nuevo ladrón. Algunos piensan así: “al menos que ya no roben los mismos, ahora le toca a otros, aunque nos toquen peores”.