Usted está aquí

Esperanza imperfecta

Un video de motivación muestra a un hombre descalzo, con los pantalones arremangados hasta la pantorrilla que camina por la playa. De cuando en cuando, se encuentra una estrella seca de mar sobre la arena. Ha sido arrojada por una ola que no la recogió y la dejó moribunda sobre la arena, a merced de un sol incandescente. El hombre la descubre, la recoge y la regresa al mar para que reviva. Así continúa su tarea con las otras estrellas que va encontrando.

Otro hombre se le acerca y, al ver la multitud de estrellas secándose en la arena, confronta la ‘inutilidad’ de su acción y le dice “¿De qué sirve preocuparse por eso?”

Y él, que arrojó la estrella, solamente le dice: “A esa sí le sirvió”… y siguió arrojando estrellas a la mar.

Desde entonces ese video me hace reflexionar acerca de la esperanza y lo desesperantes que son las metas perfectas que hacen abortar las acciones benéficas, los sueños y los planes, cuando no aseguran un 100 por ciento de resultados. Destruyen las iniciativas de lo que se puede iniciar, pero que al imaginar las futuras dificultades y obstáculos desalientan el primer paso. Es el mismo pensamiento pesimista del segundo personaje del video: “si no vas a salvar a todas las estrellas de mar que agonizan en la arena, es inútil que salves a una”.

Nuestro mundo actualmente está padeciendo la epidemia del “si no se obtiene todo, entonces es mejor no esforzarse”, es decir, es mejor no tener esperanzas. Es la aplicación del viejo lema “lo mejor es enemigo de lo bueno”. La crítica malsana de un “se pudo haber hecho mejor”, que asesina lo bueno que sí se hizo, la realidad que se construyó, la nueva institución que ahora existe, aunque sea imperfecta, la nueva escuela que hoy da sus primeros e imperfectos pasos, pero que instruye a los que ayer eran ignorantes y no tenían oportunidad educativa.

Esto también se aplica a la lucha iniciada en la conciencia popular, en las instituciones y en los debates entre candidatos y ciudadanos, acerca de problemas tan graves y tan entrelazados sistémicamente entre sí, como son la corrupción, la impunidad, el narcotráfico, el deterioro moral y educativo, el subdesarrollo económico, la descomposición del tejido familiar y social, etc. Este es el contexto árido, arenoso, de sol calcinante donde está agonizando nuestra gente. Todas ellas son estrellas de mar que nacieron para vivir y se están extinguiendo sin ayuda, porque los que pueden ayudar “pasan de largo” como los viajeros de la parábola del maestro.

Afortunadamente nuestra sociedad genera grupos de voluntarios “antisuicidio”, padres y maestros que siguen atendiendo a las estrellas abandonadas, profesionistas que no alivian todas las enfermedades o todas las injusticias, pero no pasan de largo cuando se invoca su ayuda, y políticos imperfectos comprometidos con una democracia imperfecta. Ellos hacen que no se muera la “esperanza imperfecta”, amenazada por la puritana democracia perfecta.