Verónica y José Antonio

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Verónica y José Antonio

Las historias de amor suceden en la vida real. Un tlaxcalteca y una sonorense se conocieron casualmente cuando el primero coincidió con la llegada a la Ciudad de México de tres bellas hermanas que recién llegaban del norte del país para residir en la capital.

Verónica Rascón tendría 15 años de edad, José Antonio Álvarez Lima ya era un joven de 19 años. Pasó mucho tiempo y se reencontraron: Verónica ya era una personalidad televisiva y José Antonio un hombre que se abría paso en una carrera política que lo llevaría a la gubernatura del Estado de Tlaxcala.

Ella había tenido una niñez y juventud de riesgos y desafíos que la hicieron una mujer autosuficiente, lo que le permitió conocer siempre lo que quería en el plano profesional.

Él cursó su preparatoria en la ciudad de Monterrey y aprendió a entender lo que era la gente norteña, tanto que se hizo admirador de una figura emblemática para Nuevo León: Eulalio González “Piporro”, de quien don José Antonio conoce toda su producción discográfica.

Dos de aquellas hermanas hermosas ingresaron a la licenciatura en Ciencias Políticas de la UNAM en donde José Antonio estaba por concluir su carrera, así que siguió de cerca la historia de Verónica gracias al contacto con sus hermanas.

Cuando ellos se rencontraron, Verónica, ya con fama y en esplendor de su belleza e inteligencia, cautivó al tlaxcalteca. Ella lo eligió –como bien lo dice don José Antonio–, se casaron y procrearon tres hijos, Antonio, Verónica y Lupita, que se sumaron a Irma y a Ana.

Una carrera política requiere de la perfecta comprensión de la pareja, pues en ella se aplican horas del descanso. Verónica tenía en sus haberes y experiencias la necesidad de ayudar a los más necesitados apoyando su autoestima desde la cultura de identidad, así que su mejor papel profesional no fue el de haber sido una triunfadora en el campo noticioso de la televisión, sino haber sido la primera dama de una entidad federativa poco comprendida en sus raíces como pueblo desde su rol culturizador en el septentrión de la Nueva España.

Ambos en el Gobierno estatal tlaxcalteca ponderaron la trascendencia de la epopeya de la migración de las 400 familias de Tlaxcallan en 1591.

Como gobernador constitucional de Tlaxcala, José Antonio estableció el Fideicomiso Colegio de Historia de Tlaxcala con el propósito de poner en valor la epopeya de las 400 familias y vincular a las ciudades mexicanas de origen tlaxcalteca. Lamentablemente esta iniciativa fue abortada en el sexenio pasado de una manera incorrecta, pues no se tomó en cuenta a quienes formábamos parte de ella y que jamás cobramos dinero alguno.

Esto último fue una involución en el proceso de dignificación de la huella tlaxcalteca en la historia viva de México.

Álvarez Lima hace unos días cumplió años y está contendiendo ahora por una senaduría por Tlaxcala, y llegará a la Cámara Alta muy seguramente para construir grandes iniciativas de ley. Espero que también trabaje para fortalecer desde su curul la tlaxcaltequidad.

Es un hombre congruente con sus afectos, muy querido entre los suyos y con un nivel de sencillez que hace falta a los miembros en general de la clase política.

Fue entrañable poder coincidir de nuevo con don José Antonio, quien permanece fuerte y muy claro en su pensamiento. Juntos recordamos que hay personas que sin ser nativos de un lugar lo llegan a amar y trabajan por él, como si fuera el propio lugar de origen, como el caso de Verónica Rascón, mujer que transformó los contextos en los que compartió su vida.