Las brujas en Saltillo
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Las brujas en Saltillo
Antier, último día de clases, se presentó y defendió públicamente en la Escuela de Historia una tesis sobre un proceso de la Santa Inquisición llevado en Saltillo entre 1665 y 1670 contra cinco mujeres acusadas de brujería. Tema casi inédito del que se conocía sólo un pequeño texto de Arturo Villarreal. Este nuevo trabajo de 120 páginas nos arrastra a conocer la “causa” del Santo Oficio. Se recupera el documento que existe en Saltillo que se complementa con manuscritos localizados en el Archivo General de la Nación, en el Ramo Inquisición.
Brujas y brujería son temas de los que se ha escrito mucho de manera trivial. Hay personas (no puedo llamarles historiadores) que han dicho que en Europa la Inquisición quemó a tres millones de mujeres acusadas de brujas. Un autor acucioso investigó y encontró que hubo alrededor de 45 mil mujeres quemadas. Claro que no es para felicitar a nadie, pero entre tres millones y 45 mil hay un largo trecho. Otra cosa es que la mayoría no fueron quemadas por la Inquisición, sino por el campesinado europeo, específicamente de los países nórdicos: Dinamarca, Suecia, Germania, Holanda y Gran Bretaña (esto lo dijo Umberto Eco).
Esta espléndida tesis recupera el fenómeno de la brujería desde los primeros siglos del cristianismo en que se introdujo a partir de las creencias de los paganos en la nueva religión (pagano es palabra que viene de pagus o pago, como aún se usa en Argentina, que significa poblado campesino). El gran historiador francés Paul Veyne muestra en su último libro que el cristianismo fue religión de ciudad, no pegó en los “pagos”, donde los campesinos resistieron la imposición y continuaron venerando a sus antiguos dioses.
El estudiante (ahora licenciado) que corona su formación universitaria con esta espléndida tesis es Alan Caballero Barrera. Considero que debo decir algo sobre él. Alan trabajaba como soldador y herrero. Como la escuela es de turno vespertino llegaba a clase después de horas de trabajo con un soplete en la mano, un poco sucio y cansado a asomarse al pasado por medio de sus maestros. No sé cómo logró ir aprobando materias, pero lo hizo. Avanzó en los estudios que combinaba con el trabajo hasta terminar la carrera.
Entonces cambió sus rutinas y se inició como maestro de Historia y Filosofía en una preparatoria del Centro de Saltillo. Antes, en un pequeño accidente que dañó su cintura, había tenido que guardar reposo 20 días, mismos que aprovechó para visitar los archivos. Y encontró su primer documento sobre brujas: 60 fojas manuscritas del proceso. Lo leyó y lo paleografió. Entonces me propuso hacer una tesis temática. Luego localizó los manuscritos correspondientes al caso en la Ciudad de México.
Pero los documentos no hacen una historia, para eso se necesita también revisar lo que se ha escrito sobre el tema, estudiar teorías de interpretación, aplicarlas a los manuscritos, exponer el contexto en que tuvo lugar el hecho que se está historiando y luego escribirlo de manera sólida, coherente y atractiva (Veyne llama a esto “la intriga”).
Un viejo tema acaba de ser rescatado y llevado al papel. El camino fue largo, tortuoso y a veces desmoralizador: ponerse a leer lo que dijeron sobre las brujas Julio Caro Baroja (las de País Vasco), Carlo Ginzburg (de Friuli, Italia), Marvin Harris (de Estados Unidos), etcétera, además de lo que los inquisidores eclesiásticos escribieron, que suma cientos de páginas que se remontan al siglo 14 y llegan al 19, no es cualquier cosa. Alan Caballero hubo de tener paciencia y aprender cosas que nunca hubiese imaginado: cuestiones de Derecho Canónico o aspectos antropológicos sobre brujería trabajados por la gran antropóloga inglesa Margaret Murray.
Una excelente tesis que no debe quedar en eso, puesto que la tesis, por definición, se escribe para tres o cuatro personas: el jurado. Ahora Alan deberá trabajar en dar un nuevo tratamiento al tema y complementarlo con otros manuscritos.
Informo que, de las cinco mujeres, cuatro fueron exoneradas por la Inquisición y sólo Mariana de la Fuente condenada, pero nunca se le aplicó castigo. La gente de Saltillo interrogada por los “comisarios” dio siempre buenas opiniones sobre esas mujeres.
Esta tesis y los logros personales de Alan (y su lucha por superarse) son muestra de que la universidad pública es un buen lugar para “ser”.