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Creer para ver

– Hoy tengo un problema –le comenté a un amigo. – ¿Y cuál es? – me respondió.

– Que tengo que escribir una columna para VANGUARDIA… y quiero escribir algo positivo… La información ya nos saturó de noticias negativas: La crisis económica que genera la incertidumbre del TLC; las guerras y genocidios que se multiplican a lo largo del planeta; la inseguridad social de la multiplicación de secuestros, robos, crímenes; las revelaciones cotidianas de nuevos corruptos millonarios que antes eran solamente sospechados y hoy son denunciados cada día; la “guerra sucia” que no se sabe si es calumnia, denuncia o simple estrategia política de difamación y golpeteo… ¿Dónde está la verdad?¿la honradez?¿la honorabilidad personal, política o ciudadana? Todo aparece negativo o confuso, desconfiable, absurdo, contradictorio. 

No sé si fue una respuesta o un simple desahogo de una fantasía utópica, muy ajena a la realidad humana.

Mi amigo no me contestó con un estoico “bienvenido al género humano”, que me regresara a la vida práctica. Ni tampoco con un “son tiempos de elecciones políticas”, que explica las preocupaciones de políticos, intelectuales y ciudadanos.

La respuesta de mi amigo me desconcertó: “escribe sobre la Pascua”, me dijo. 

Su respuesta me sacó del balance del estado anímico que abrumaba y obscurecía todo mi horizonte visual. Me hizo voltear hacia otro lado, considerar otra idea, otro tiempo ajeno al que inundaba mis pensamientos. He aprendido a no descartar las ideas diferentes, los otros lados de los dilemas, el otro polo escondido, pero real y complementario.

Y me detuve a considerar “la Pascua” que sugirió mi amigo. Inmediatamente asocié “Resurrección” y luego fe, o sea: “creer es aceptar lo invisible y confiar”, y me arriesgué a confiar.

Lo visible que hoy nos rodea y que atestiguan las noticias todos los días es lo concreto, lo visible, lo que sucede en Siria o en Saltillo; lo trágico, lo que amenaza el bienestar, lo que construye las desgracias y tragedias. Lo invisible no lo vemos ni lo consideramos, no entra en el campo de nuestra conciencia. Lo descubrimos mediante la interpretación de los hechos y las palabras, así nos construimos una visión negativa o positiva de lo que sucede y de lo que nos sucede. 

Sin darnos cuenta podemos estar atrapados en una interpretación negativa y pesimista de nuestra persona, de los demás y del futuro social que deprime nuestro estado de ánimo y nuestra esperanza.

Descubramos lo “invisible” que también nos rodea. Nuestra vida y nuestro mundo no se reducen a la política, el TLC, la corrupción y las deficiencias humanas. Tengamos la suficiente confianza para descubrir lo “invisible” del amor, de la bondad, de la salud, del heroísmo y de la honorabilidad que nos ha rodeado desde que nacimos y que nos ha acompañado durante cada jornada hasta el día de hoy y de mañana. El bien y la generosidad son invisibles muchas veces porque no nos detenemos para darnos cuenta de que existen. Ya no creemos en ellos porque estamos abrumados por la depresión de nuestros pensamientos. Necesitamos creer para poder verlos y que dejen de ser invisibles. Necesitamos recuperar la fe, aunque contradiga la porción negativa de nuestra realidad.