El dilema: hablar o callar
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El dilema: hablar o callar
Cuando Cicerón se enfrentó al dictador y, en cierta medida, al conjunto de senadores de la República Romana inició su disertación con un enunciado lapidario: “¿quid faciam?, ¿eloquar an sileam?”: ¿qué haré, hablaré o callaré? Y es claro que no era más que una frase retórica porque tras esa breve expresión soltó una de sus más demoledoras arengas, para las cuales estaba muy calificado. Y no recuerdo si fue en esa misma, pero en una sesión del Senado, el dictador Catilina, un perverso, estúpido y corrupto personaje, se puso de pie para hacer saber a los ahí presentes que no le importaba lo que dijera Cicerón. Entonces, éste lanzó otra frase seca: ¡ne sedeas, sed eas! Un bello juego de palabras que se traduce así: “¡no te sientes; lárgate!”.
Cicerón siempre será un referente. Y esas frases, que aprendí varias décadas atrás, vinieron a mi mente por una circunstancia curiosa. Se trata de una de las muchas expresiones que suelta al aire Andrés Manuel López Obrador. No tengo la cita exacta, pero dijo que él, una vez presidente, haría regresar a México a Napoleón Gómez Urrutia sin peligro de un proceso judicial.
Al menos tres personas me escribieron para advertirme que estas ocurrencias no deberían ser criticadas porque eso redundaría en beneficio de los otros candidatos: Ricardo Anaya y José Antonio Meade. Tienen mucha razón porque ahorita todo significa y no hay frase, postura o fotografía que no propicie un análisis político en la lucha por el poder.
Lo malo es que en este mismo espacio yo he criticado duramente a Gómez Urrutia, de lo cual no puedo arrepentirme. Le cuento que este sujeto recibió su liderazgo de la clase obrera de las minas del País como herencia de su padre, otro pillo redomado: Napoleón Gómez Sada. Gómez Urrutia todavía no ha utilizado una pala, nunca ha sacado un kilo de carbón, jamás sus pulmones se han llenado del polvo que enferma a los mineros y les produce la muerte por silicosis. Es un “señoritingo” en todo el sentido de la palabra y un gran ladrón. Robó a los mineros del norte de Sonora nada menos que 55 millones que habían ganado en un pleito judicial contra la empresa. Así como le digo: se quedó con el dinero de sus agremiados, que han estado muriendo de viejos, con sus pulmones rotos y la lucha por su dinerito.
Este pillo se refugió en Canadá donde puso varios negocios y ha vivido la gran vida. Desde allá sigue siendo el gran dirigente de los mineros. El presidente Felipe Calderón lo tuvo en sus manos, pero no lo encarceló por temor a una huelga nacional de los obreros de las minas, muchas de ellas canadienses, que están entre las que más perjudican a los trabajadores y al medio ambiente. Calderón dejó pasar: evitó que la justicia funcionara, aunque los jueces dictaminaron a favor de los mineros sonorenses.
El nuevo presidente, Enrique Peña Nieto, guardó un silencio culpable acerca de este personaje mezquino. No podía hacer otra cosa porque desde el primer día hasta hoy 18 de febrero de 2018, no ha llevado a cabo nada que muestre un mínimo de eventos que nos dijeran que está optando por ayudar a los mexicanos.
Puesto que escribí contra ese ladrón al menos en tres ocasiones ahora no puedo decir que no dije lo que dije. Recuerdo que cuando tuvo lugar la explosión de Pasta de Conchos, él llegó al teatro de los hechos muy guapo, preocupadísimo (es un decir) por los 65 mineros que estaban bajo tierra y de los que nadie sabía si estaban vivos. Un reportero, Javier Hernández, le preguntó si alguna vez había bajado a una mina de carbón. Gómez Urrutia lo miró con ojos de carnicero y lo ofendió con su peor vocabulario.
Es una pena que Andrés Manuel haya lanzado esa expresión porque es una muestra de que las cuestiones de justicia no siempre son valoradas en sí, sino que únicamente se busca juntar adeptos. Lo malo es que ya muchos mineros, por ejemplo, de Monclova, expresaron que Gómez Urrutia es una rata inmunda y que no los representa.
La ética periodística existe o debería. No dudo que López Obrador está (hoy en día) más cerca de la Presidencia de la República que sus opositores. Por eso mismo no puede arriesgar sus bonos con medidas que le surgen de la nada y dañan su carrera hacia el poder.