La soledad de Coahuila
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La soledad de Coahuila
En días pasados, cuando el gobernador de Chihuahua, Javier Corral, visitó Saltillo, dijo en la Plaza de Armas que estaba muy impresionado por la solidaridad que han mostrado otras entidades hacia la lucha por la soberanía de su Estado y que ahora se daba cuenta que a Coahuila se le dejó abandonada cuando luchó por la democracia.
¡Vaya, alguien de fuera reconoció que nuestro Estado estuvo solo frente al poder omnímodo! Yo le regresaría a Corral su frase preguntándole ¿por qué usted no se solidarizó con Coahuila?, ¿estaba enterado?, ¿dónde estaba usted cuando acá luchábamos?
La soledad de Coahuila es un dato, una idea, una reflexión, un resultado. Fíjese cómo al secuestrar y asesinar a los estudiantes de Ayotzinapa tuvo lugar un movimiento casi mundial de apoyo. La excelente periodista canadiense Dawn Paley dedicó su libro sobre México “Drug war capitalism” a los 43, poniendo los nombres de cada uno de ellos. Hubo manifestaciones en Madrid, París, Nueva York, Bruselas, Buenos Aires y dejo de contar. Todos afirmaban ¡nos faltan 43!
A nosotros nos faltan mil 600 desaparecidos en el Estado, 300 de Allende, 150 de Piedras Negras, 430 de Torreón y muchos otros ocasionales en cada uno de los 38 municipios. ¿Por qué Coahuila no atrae las miradas de los periodistas, de los políticos, de Derechos Humanos…? Déjeme recordarle que fui el primero que denunció la masacre de Allende. En los noticieros de la Ciudad de México mencionaban los dichos y tonteras de sus delegados, o que tal feminista estaba enojada o que la Poniatowska declaró tal cosa, pero de Allende, nada.
Soledad es un estado anímico doble: alguien está aislado, ajeno a los demás, se siente aparte o apartado; los demás no se interesan en esa persona, ese grupo, esa sociedad. El dicho de Corral nos dice que esa forma de existencia sufrida y vivida es nuestra. ¿A qué se refirió Corral? Al movimiento “Coahuila digno”. Marchamos 65 mil en Saltillo (no digo saltillenses, porque mucha gente vino de casi todos los municipios) y eso no impactó a nadie. Si un político se echa una ventosidad por el ano, todos lo comentan, unos lo huelen y tapan su nariz, otros lo disfrutan y aplauden, hay comentarios, comparan el tronido del pedo con el que se tiró el del partido contrario. Pero 65 mil no significaron nada, ¡nada!
Sucede que si al mundo le faltan 43, a Coahuila le faltan 2 mil 480. ¿Somos antipáticos los coahuilenses?, ¿no hemos ganado la atención de los demás?, ¿de qué estamos hechos? Creo que debo mencionar que, como dijo el que dijo: “no le aunque que no me quieran, al cabo me quiero solo”, pues es frase que se adecúa a nosotros. La soledad de Coahuila es una percepción que parte de una consideración, tal vez oportunista, de Corral. Pero las mujeres que luchan por sus desaparecidos, las que perdieron a sus maridos, padres y hermanos en Pasta de Conchos, las que buscan construir otro mundo porque el que nos tocó está enfermo, esas, porque en su mayoría son mujeres, hacen que sepamos que Coahuila no está solo. Hay muchas que están en contacto, que han creado grupos de solidaridad entre quienes no existía ninguna amistad porque las unió el dolor, la desgracia. También las unió la soledad, pero soledad del hogar: me falta Pepe, no está Chachis, no ha llegado papi, estoy esperando, contra toda esperanza, el regreso de Ángel… Entonces, esa soledad que es inherente al humano (según Kierkegaard) se va llenando de simpatía y cariño.
Tal vez estemos llegando a un momento en que no debamos esperar nada de nadie (de ningún Gobierno, de ningún diputado, presidente, candidato o religioso), sino que tengamos qué buscar soluciones a cada uno de nuestros problemas. Las mujeres de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos de Coahuila: las de Saltillo, La Laguna, Piedras Negras y Monclova (sé que existen otras) han roto su propia tristeza individual para convertirla en parentesco, en lucha y, por consiguiente, pasaron de los lloros a la satisfacción de no dejar que los crímenes sean los que dicten su existencia.
¿Y los demás?, ¿hay algo que debamos hacer? Claro que sí, unirnos y no esperar nada de nadie, sino atacar cada una de nuestras carencias sociales. Y no tener miedo.