Entre la memoria y la tolerancia
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Entre la memoria y la tolerancia
Tuve la oportunidad de visitar el Museo Memoria y Tolerancia en la Ciudad de México. Subes al quinto piso de un edificio y desde ahí vas recorriéndolo y bajando poco a poco. Es muy largo aunque en no pocos de los muchos videos puedes sentarte porque si quieres ver todo, debes tener una gran paciencia.
El museo está dedicado casi en su totalidad al holocausto judío que los nazis aplicaron al pueblo judío entre los años 1933 y 1945 en que asesinaron a cerca de cinco millones de personas de origen judío y no menos de 900 mil gitanos, además de unos 16 mil polacos porque ocultaron judíos.
Al inicio de la barbarie nazi, el maltrato y los homicidios fueron relativamente pocos. Hitler fue calentando el ambiente racista poco a poco. Primero fueron los ataques a los negocios, tiendas, panaderías y librerías de hebreos. Luego vino la quema de libros: en grandes hogueras los militares, estudiantes y profesores sacaban los libros de las bibliotecas cuyos autores eran judíos para quemarlos: Marx, Freud, Einstein, Kafka, Huserl y Mann, entre muchos otros hicieron arder una fogata en la que los jóvenes alemanes ejercitaban sus voces cantando himnos patrióticos.
Pronto los militares cercanos a Hitler promovieron los campos de concentración en los cuales ir concentrando a miles de personas. Los nazis robaban los negocios, las casas y concentraban los objetos de valor. Nacionalizaron todas las cuentas bancarias y se hicieron con las grandes fábricas. Esto dio un gran respiro a la falta de recursos de que adolecía el régimen. Con los capitales judíos inició la escalada alemana hacia la creación de su grandeza (propuesta por Hitler y muy parecida a lo que hoy propone Trump). Austria se rindió sin luchar y recibió jubilosa a su dictador. Hitler se apropió de Checoslovaquia e invadió Polonia.
El museo es extraordinario. Su didáctica es envolvente y deja en el visitante miles de informaciones e ideas sin que se perciba el método empleado. De datos históricos a fotografías, entrevistas y testimonios llevan al visitante a un sentimiento de enojo y lástima.
Me gustó, pero creo que toda la institución está dedicada en su mayor parte al pueblo judío. De los gitanos casi nada dice. Si hay un kilómetro acerca del dolor de los hebreos, habrá un metro dedicado a los gitanos. Esto me pareció un poquitín racista, cosa que desdice de ese enorme y generoso instituto.
Dedican algo a la guerra de Bosnia, cosa que lo deja a uno con el corazón estrujado. La diferencia con lo anterior es que la mayor parte de los testimonios está muy bien documentada con videos y películas. Aparece el sadismo de los bosnios católicos contra los musulmanes. Destruyen por placer todo lo que pueden y luego atacan violentamente a la población civil. Violaron a miles de muchachas. Es tan odioso esto como lo nazi.
También se recupera el genocidio de los hutus contra los tutsis en el África central. Se asesinan cientos de miles de manera gozosa: les divertía ver cómo iban huyendo y caían bajo la lluvia de balas.
Hay una parte en la que dan lugar al genocidio de Guatemala contra los indios mayas (quichés, kakchiqueles, chujs y otros). Dos presidentes de la República desataron una cacería de indígenas que resultó en la muerte de cientos de miles.
Y, lo que no esperaba: está ahí la masacre de migrantes de San Fernando, Tamaulipas. Claro, todavía no colocan lo referente a Allende y Piedras Negras.
Memoria es el primer sustantivo, y el segundo es tolerancia. Debemos luchar contra el olvido y también aprender a tolerar las ideas, religiones, opciones políticas, gustos sexuales y otras “diferencias” porque todos podemos caber en este ancho mundo. Tolerar no significa aguantar o soportar a los otros, sino comprenderlos, aceptar que no todos somos iguales.
Nuestros antepasados fueron muy intolerantes y en eso no es en lo que debemos imitarlos. Se hablaba con desprecio de los “pelados”, de los rancheros, de los indios, de los jotos, de las livianas, de los locos y de muchos otros géneros de personas. Ahora nos corresponde rehacer tales desvaríos. Todos pudimos haber cabido en una o más de esas categorías.