Genios que murieron arruinados (primera parte)

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Genios que murieron arruinados (primera parte)

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Algunos se gastaron lo mucho que ganaron en lujos extravagantes; otros crearon verdaderas obras maestras, pero el mundo no las entendió, así que tuvieron que mendigar para vivir

Oscar Wilde se lo gastó todo 
Cultivador de un dandismo exquisito, coleccionista de arte, juerguista empedernido y amante de la buena gastronomía, Oscar Wilde (Dublín, Irlanda, 1854-París, Francia, 1900) nació en el seno de una familia pudiente, pero llegó a ser muy rico gracias a su propio trabajo. Derrochó a conciencia todo lo que había ganado y murió en París completamente arruinado. 

En sus últimos días, dependía de la caridad de amigos y conocidos a los que abordaba en tabernas y cafetines para pedirles dinero. Al médico que le atendió en su lecho de muerte le confesó que no podía pagarle por sus servicios. 

No ostante, hay que decir que a Wilde no solo le arruinaron sus hábitos de vividor, sino el escándalo homófobo en que se vio envuelto al hacerse pública su relación homosexual con el joven aristócrata Alfred Douglas, que también tuvo mucho que ver con sus problemas financieros.

Anita Ekberg del ‘glamour’ a vivir acosada por los bancos 
Fue Miss Suecia en 1951 y enamoró al mundo en 1960 con su presencia en un par de icónicas escenas de ‘La dolce vita’, un filme de Federico Fellini. 

Bob Dylan se refirió a ella como ‘el perfecto antídoto contra los problemas del mundo’, en su canción ‘I shall be free’. 

Sin embargo, el segundo acto de la vida de la modelo y actriz sueca (Malmo, Suecia, 1931-Roma, Italia, 2015) fue una calamidad, sobre todo si lo comparamos con el éxtasis de éxito y ‘glamour’ que fueron sus primeros años. Tras su prematura retirada del cine y de las pasarelas a finales de los ‘60s, desapareció del mapa y solo se volvió a hablar de ella en 2011, cuando su residencia fue asaltada y ella sufrió graves quemaduras por todo el cuerpo. 

La prensa publicó por entonces que llevaba años sola, postrada en una silla de ruedas, en una desvencijada mansión de la que los bancos estaban a punto de echarla y sin propiedades ni cuentas corrientes a su nombre. Murió cuatro años después, con 83 años.

Whitney Houston dilapidó 100 millones de dólares 
Cuando Whitney Houston (Nueva Jersey, 1963-Los Ángeles, 2012) fue encontrada muerta en la bañera de su hotel de Los Ángeles, en febrero de 2012, tenía telarañas en su cuenta corriente y deudas por un importe superior a los cuatro millones de dólares (3.3 millones de euros). 

En apenas una década, la cantante había dilapidado una fortuna personal de alrededor de 100 millones de dólares. 

Según el cronista de sociedad neoyorquino Michael Lavelette, “su estilo de vida extravagante, sus múltiples adicciones (al alcohol, a los calmantes y a la cocaína...) y su divorcio de Bobby Brown, la llevaron a la ruina”. 

Su último millón se lo gastó en un delirante periplo de varios meses por hoteles de lujo de Sídney, París y Londres en el que no reparó en gastos, no obstante las advertencias de sus asesores financieros”. 

Según publicó Fox News, pocas horas antes de morir, Houston había llamado a una amiga para pedirle que le prestase 100 dólares que, presumiblemente, pensaba gastarse en crack, la última droga a la que se había hecho adicta.

Vincent Van Gogh, un peldaño por encima de la indigencia 
El pintor neerlandés tuvo una vida azarosa. Fue galerista, pastor protestante, misionero... Incluso convivió en La Haya, en condiciones del todo paupérrimas, con una joven prostituta alcohólica y madre soltera. 

No es del todo cierto, como se ha dicho en alguna ocasión, que Van Gogh (Países Bajos, 1853-Francia, 1890) no vendiese ningún cuadro en vida. Vendió, sin ir más lejos, litografías de sus primeras obras maestras, como ‘Los comedores de patatas’. Incluso disfrutó de una muy breve etapa de éxito, mientras residía en París, apadrinado por camaradas tan ilustres como el pintor bohemio Henri Toulouse-Lautrec. 

Pero sí es verdad que murió desorejado, loco de remate y sin un triste franco en el bolsillo, en la ciudad provenzal de Arlés, sin más apoyo material que el de su hermano Theo, que le mantuvo hasta el final ‘un peldaño por encima de la indigencia’. 

Murió con 37 años. En noviembre del pasado año, uno de sus óleos fue vendido en subasta por 67 millones de euros. 

Judy Garland, la derrochadora madre de Liza Minnelli 
Mis padres me inculcaron la cultura del esfuerzo y del ahorro”, le contaba Judy Garland (Minnesota, EE UU, 1922-Londres, Reino Unido, 1969) a la revista Variety en 1939, pocas semanas antes del estreno del que sería su gran éxito cinematográfico, el legendario ‘Mago de Oz’. 

Pero su afirmación de ‘ahorradora’ era falsa, como gran parte de lo que la actriz de Minnesota, gran seductora y farsante vocacional (reconocía ella misma), le contaría a la prensa en años posteriores. 

La verdad es que Judy (su verdadero nombre era Frances Ethel Grumm) en absoluto creía en las virtudes del ahorro. Resultó ser una mujer de gustos caros y con un instinto natural para el derroche. 

Con 17 años era ya una de las actrices más ricas de Estados Unidos, pero apenas rebasados los 40 acumulaba deudas millonarias que la condujeron al desahucio y la obligaron a embarcarse en una gira alimenticia por teatros de Europa con su por entonces adolescente hija, Liza Minnelli. 

Según sus allegados, solo un oportuno matrimonio con el empresario de New Jersey, Mickey Deans, impidió que la diva acabase en la miseria en sus últimos años, marcados por los problemas financieros y la adicción a los barbitúricos. 

A Gracita Morales se le agrió el carácter 
Según contó en sus memorias su compañero de profesión, el comediante José Luis López-Vázquez, a Gracita Morales (Madrid, 1928-Madrid, 1995) “se le fue agriando el carácter hasta volverse insoportable”. 

Empezó a comportarse, en palabras de Alfredo Landa, de manera “caprichosa, despótica e intratable”, y trabajar con ella se convirtió en “un martirio”. 

Por esas razones, los productores dejaron de ofrecerle papeles en el cine a finales de los ‘70s. La que había sido una actriz de comedia castiza con una vis cómica irresistible, basada en su expresividad natural y su voz atiplada, se quedó sin trabajo y cayó en una profunda depresión de la que ya nunca conseguiría recuperarse. 

Murió en Madrid, en abril de 1995, sola, sedada con pastillas y sin un centavo, tras años tirando de ahorros para mantenerse a flote mientras esperaba que pasase de una vez su mala racha.

Joe Louis fue saqueado por familiares y amigos 
Considerados por muchos ‘el mejor boxeador de la historia’, a Joe Louis (Alabama, 1914-Nevada, 1981) le perjudicó el exceso de generosidad y de confianza. Crecido en un humilde y conflictivo suburbio de Detroit, campeón del mundo de los pesos pesados entre 1937 y 1949, Louis no se permitió grandes lujos cuando estaba en el pináculo de la gloria, pero pagó las considerables deudas de sus familiares (incluso la de aquellos que no le dirigían la palabra, cuando era un adolescente tartamudo que repartía hielo a cambio de propinas). Muchos de sus amigos le embarcaron en una larga serie de negocios dudosos que vaciaron sus cuenas corrientes. Como resultado de ello, llegó a deberle a Hacienda más de un millón de dólares a finales de los años ‘50s, cuando ya se había retirado del boxeo. 

Consiguió un aplazamiento al pago de su deuda, pero cuando murió, en 1981, seguía con las cuentas embargadas y al borde de la miseria.

Sammy Davis Jr, lujos excéntricos le dejaron sin un centavo 
“Tengo la conciencia tranquila”, solía decirle a sus amigos un francamente arruinado Sammy Davis Jr (Nueva York, 1925-California, 1990), “no le debo dinero a nadie que lo necesite, casi todas mis deudas son con el gobierno de Estados Unidos”. 

Esas deudas llegaron a sumar casi 15 millones de dólares, porque el cantante de Harlem, como muchos otros famosos, adoptó la costumbre de dejar de pagar impuestos en cuanto sintió que eran un lujo que no podía permitirse. 

En los mejores años de su carrera, entre finales de los ‘40s y mediados de los ‘60s, cuando formaba parte del ‘Rat Pack’ de Frank Sinatra, Sammy ganaba más de un millón de dólares anuales con sus giras. 

En 1989, ya en bancarrota tras años de pésimas inversiones y lujos excéntricos, decidió no extirparse un tumor en la garganta porque temía que la operación afectase a sus cuerdas vocales. “No tengo ni un centavo ahorrado, y si no puedo seguir cantando, me moriré de hambre”, fue su razonamiento. Poco después le mató el tumor que no había querido operarse.