Superar la confusión
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Superar la confusión
Hace algunas décadas, cuando empecé a estudiar la carrera de Psicología, era muy repetida una broma entre nosotros: ¿Qué clasificación de neurosis tienes? O ¿qué síntomas neuróticos manejan tu vida? Esta broma era el resultado de estudiar la materia de psicopatología, que era la disciplina predominante en la carrera. Aunque la Psicología era y sigue siendo el estudio de los procesos psicológicos y las conductas con que se manifiestan, en la práctica estaba orientada a descubrir y atender a lo que se llamaba entonces enfermedad mental.
En esa época la dimensión humana positiva y su expresión cotidiana prácticamente era excluida, aunque afuera de esa burbuja académica el resto de los seres humanos la consideraba –como su naturaleza y condición– tan cotidiana como normal. Las anormalidades eran la excepción de la reglas.
En los años sesentas algunos psicólogos eminentes iniciaron una nueva corriente académica llamada “psicología humanista”, que evitaba ver al ser humano como un potencial enfermo mental, y redescubrieron el potencial positivo, sano y evolutivo en los hombres y las mujeres. De esa concepción nacieron otras orientaciones científicas como la Psicología Positiva, la Sistémica, la Femenina, la Neuropsicología, la Evolutiva, la Cognitiva, y otras que no solo han enriquecido el conocimiento del ser humano sino que le han dado una visión diferente de sus problemas y una esperanza.
El ser humano hoy ya no es considerado como un enfermo mental crónico, mentalmente terminal, sino como alguien que sufre su impotencia para aliviar su angustia y sus dificultades con la realidad en que está viviendo, pero puede tener la esperanza de encontrar los factores de su problemática, modificarlos y evolucionar hacia su bien-ser y su bienestar.
Estas consideraciones vienen a cuento porque el hoy que vivimos y el que nos espera no es confortable, ni genera un optimismo económico o político. Este hoy está en un contexto de transición internacional hacia el postmodernismo. Una etapa nueva de nuestra historia que se caracteriza por el culto a la individualidad, el desencanto y apatía de las instituciones actuales (desde la vida familiar-conyugal hasta la vida política-económica), una ausencia de interés por el bienestar común y un rechazo a la racionalidad y al racionamiento. Vivimos una etapa en la que los ideales han sido reemplazados por el consumismo, la búsqueda de la verdad por el escepticismo, el contenido de las palabras y mensajes mediáticos no importan, lo que importa es la forma atractiva, placentera y sensual, los significados no importan, lo que importa es lo bonito que se dice o que se actúa. Es una búsqueda frustrante e inconsciente del “paraíso perdido”.
Este contexto postmodernista no es una enfermedad mental. Es un estado nuevo de cambio que está exigiendo una responsabilidad personal que antes la definían las leyes y costumbres, y hoy la define la conciencia individual, la búsqueda personal de lo verdadero y conveniente para sí mismo y para los demás, y el asumir la responsabilidad de las propias elecciones y sus consecuencias sin auto engañarse tratando de hacer responsables a otros de las propias decisiones. Este carácter personal es el objeto que hay que educar en la familia y en la escuela para salir avante de los retos de la transición postmoderna.
Facebook: Javier Cárdenas Silva