Alejandro Castillo, 50 años de lucha

Usted está aquí

Alejandro Castillo, 50 años de lucha

Alejandro Castillo es un sacerdote saltillense que ha circulado por múltiples poblaciones y no pocas circunstancias que lo llevaron a la opción por los pobres. Celebró en la secundaria Fray Juan Larios, de Monclova, su aniversario 50 de ordenado. Me invitó y encontré una centena de personas jubilosas acompañándolo. Llegó gente de Texas, Tampico, Rosita, Ciénegas, Barroterán, Sabinas, Monterrey, Saltillo, Lamadrid, Piedras Negras, etcétera.

Algunos hablaron. Impresionó la diversidad y forma de traer al presente acciones sucedidas en medio siglo en que cada uno recibió algo de Alejandro. Dijeron que su vida cambió a causa de su contacto con él, desde exalcohólicos y exdrogadictos hasta campesinos, mineros, empresarios medianos y grandes, profesoras, gente de izquierda, un ministro de la Iglesia anglicana... y una señora atea.

Nos conocimos jóvenes y compartimos un tramo de vidas. Cambié de giro y siguió la amistad: él sacerdote, yo ciudadano. Éramos parte de la capellanía el Corazón Eucarístico de Jesús, a cargo del padre Enrique Flores, erudito en gramática española, historia de Europa y griego clásico que nos dejó una formación humanista.

Tenemos influencias externas de las que no siempre somos conscientes; hablaré de las que necesariamente sufrió o gozó Alejandro. Me sitúo en los 60, que para él y muchos marcaron profundamente la mente y nos hicieron tomar posición. Unos colegas se acomodaron a lo fácil, otros, como Alejandro, a los retos.
No puede hablarse de los 60 sin decir que la música trastornó al mundo. El blues y el jazz habían ingresado en la radio (no había televisión; llegó el 68). Eran corrientes venidas de la esclavitud negra de Estados Unidos, que conservó ritmos y mensajes de los que surgió el gospel. Pero el rock and roll fue otra cosa. El mundo cambió con Bill Haley luego con Elvis y, finalmente y para siempre, con The Beatles.

América Latina, que sí desarrolló el rock, tuvo necesidad de crear géneros propios debido a la violencia estructural: música de los Andes, canción de protesta, trova liberacionista. Alejandro gozó ambas corrientes: inglesa y latina. Siendo hijo de un excelente músico, don Julián, no le quedó de otra.

Optó por los pobres, pero no considera pobres sólo a quienes no tienen dinero, sino a los que son oprimidos por el sistema político, militar, delincuencial mexicano"

En los 60 algo sucedió en Alabama, estado americano racista como el que más, con reglamentos vergonzosos: los negros tenían bebederos aparte, baños distintos y no podían sentarse en las primeras 10 filas de un autobús, aunque estuvieran vacías. Ocurrió que una costurera negra salió agotada de ocho horas de coser y no vio otro asiento que uno prohibido; y se sentó. La encarcelaron. Rosa Parks, señora simple, sin quimeras, desató el movimiento por los Derechos Civiles, que cambió no sólo las leyes, sino todo un concepto social de convivencia.

Un hecho que influyó al mundo fue la Guerra de Vietnam. Guerra no declarada que dejó casi tres millones de vietnamitas muertos, la mayoría civiles, contra 58 mil soldados norteamericanos. A pesar de esas cifras dispares, los vietnamitas ganaron. Esa influencia nos marcó intensamente.

Vinieron los grandes movimientos del 68. Me refiero a varios: Tokio, Kent, Berkeley, México y el generador de ideas, París. El 68 de París fue tan poderoso que doblegó al Presidente que renunció y llamó a elecciones. El único sangriento fue el de México.

Debo mencionar dos datos que cambiaron América Latina (y a Alejandro): la Reunión de Obispos de América Latina en Medellín, Colombia. Ese fue el salto de la Iglesia latinoamericana hacia la justicia, rompiendo con su apego al ritualismo, al dominio clerical y a una interpretación del Evangelio sólo sacramental. Medellín puso las estructuras del cambio para quien quiso verlas: la mayoría no se dio cuenta, pero los que lo hicieron transformaron su existencia. Alejandro muestra la magulladura de Medellín todavía visible.

Otra influencia: el Concilio Vaticano II. Juan XXIII, el anciano, el gordito, el risueño Papa no quiso morir sin intentar el regreso al Evangelio. Batalló y estuvo en peligro de que la Curia cardenalicia lo dejara de lado, pero tenía una estrategia que sus colegas ni entender podían, acostumbrados a ser jerarcas, a dominar. El Papa Bueno cambió la Iglesia.

Alejandro optó por los pobres, pero no considera pobres sólo a quienes no tienen dinero, sino a los que son oprimidos por el sistema político, militar, delincuencial mexicano.