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Gobierno federal reparte promesas de empleo a damnificados de Juchitán
Por Paris Martínez (@paris_martinez) para Animal Político
Minutos antes de las cuatro de la madrugada, la señora Guadalupe abandona la lona bajo la que se refugia desde que su casa quedó severamente dañada –con el sismo del pasado 7 de septiembre–, en la colonia Segunda Sección de Juchitán, Oaxaca, y parte en busca no más que de una promesa: sabe que irá y volverá con las manos vacías, pero una promesa es mejor que nada.
Junto con ella, otros vecinos de la zona avanzan en la oscuridad de la madrugada hasta la estación de bomberos del municipio, y así como llegan se sorprenden al darse cuenta que no son los primeros, sino solo el más reciente eslabón de una larga cadena de damnificados que, poco después de la media noche, comenzó a reunirse, convocados a este punto por las autoridades desde un día antes, para poder integrarse al programa de “empleo temporal” que, en un futuro, será puesto en marcha en Juchitán.
Luego del sismo “mi casa quedó veteada (agrietada). No se cayó, pero quedó veteada, y somos muchas personas las que estamos así –explica la señora Guadalupe, enfundada en una blusa tradicional con bordados florales, y portando un bolso de mano con el rostro de Frida Khalo–. Yo vivo en la calle Ferrocarril, y ahí la mayoría de las casas están dañadas, y los vecinos estamos (acampando) afuera, en la calle.”
En esta condición están desde hace casi un mes, tiempo en el que, además de temblores frecuentes, han sufrido tormentas, bajas de temperatura y, quizá lo peor, un desplome de la economía local.
“Mi esposo es obrero –explica la señora Guadalupe–, y yo vendo tlayuda (platillo típico oaxaqueño). Pero ahorita no hay empleo, como se cayeron todos los edificios allá en el centro (de la cabecera municipal), no hay trabajo, está escaso: mi esposo apenas hoy pudo ir a ver si ya había trabajo. Prácticamente un mes se quedó sin trabajar. Y yo, ahorita no he vendido, porque la tlayuda es algo que las familias se dan el gusto de cenar, pero para eso hay que tener empleo, por eso la venta bajó muchísimo, porque ahorita la gente está en otra cosa. Y la comida que hay es arroz, frijol, lo indispensable.”
Para el mediodía de este jueves 5 de octubre, la fila de damnificados que comenzó a formarse a la medianoche, desde la estación de bomberos, ya había alcanzado más de un kilómetro de largo, y seguía estirándose. Los más cautos llegaron con una sombrilla para refugiarse del intenso sol, e incluso una silla, mientras que el resto aguantó de pie la insolación y las horas que se prolongaron tanto como la fila de personas necesitadas.
–¿Qué fue lo que obtuvo? –se pregunta a Guadalupe, una vez que concluyó su trámite de registro ante las autoridades.
–Dicen que nos van a proporcionar un apoyo con empleo temporal –responde.
–¿Le dijeron de cuánto va a ser ese apoyo?
–No.
–¿Por cuánto tiempo se lo van a dar?
–Tampoco. Nada más nos tomaron los datos y próximamente nos estarán hablando.
–¿No le dijeron cuándo va a llegar ese apoyo?
–No.