¿Será un héroe o villano?

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¿Será un héroe o villano?

Primer acto de la tragedia

Los ciudadanos se reúnen para un simulacro preventivo de un terremoto. Los rostros son alegres y responsables. Se siguen correctamente todos  los protocolos y al final se retiran todos a sus respectivos trabajos con la confianza de estar preparados para otra tragedia.

Unas horas después “retiembla en sus centros la tierra”. El relámpago de un sismo de 7.1 de la escala de Richter ilumina la región y la metrópoli. Las casas se derrumban. Los edificios se desvanecen como gigantescos polvorones de azúcar. Son las 13:05 horas. El sismo no respeta ni los horarios escolares. La ciudadanía paraliza su corazón con el estupor que ahoga la mente y el movimiento. Sufre de nuevo la experiencia de un peligro incontrolable.

De repente, esa ciudadanía paralizada, empieza a imaginar el sufrimiento y la muerte de sus semejantes. Construye la realidad de la fraternidad que vincula e impulsa todo su humanismo generoso, heroico, incansable, valeroso, desinteresado que parecía extinguido en la gran ciudad y en la gran Nación.

La fraternidad se convierte en un río. Un ejército de ciudadanos voluntarios atraídos por el sufrimiento de las víctimas aplastadas, enterradas en los escombros. El amor fraterno no necesitó brújulas ni instrucciones. Ni tampoco se sujetó a horarios diurnos y nocturnos de comidas y descansos. Fue y sigue siendo un testimonio multitudinario del ser humano que todos traemos tan silenciado y que creíamos que ya no existía. Ya nos habíamos convencido de que el egoísmo, la codicia, la corrupción, el crimen, la inmoralidad institucional habían sepultado al amor fraterno.

Segundo acto (simultaneo al primero)

Surgen las anécdotas heroicas, las “esperanzas contra toda esperanza”, los videos más reales que la realidad, que van haciendo presente en cada corazón y en cada comunidad la tragedia descarnada, sin maquillaje político, del dolor de los familiares, de las pérdidas repentinas, incalculables, de casa, vestido, alimento, muebles para la existencia familiar. Aparece la realidad de la pobreza inusitada. La realidad de no tener donde dormir, comer. De no tener más futuro que la vida de las manos, del trabajo y del corazón de hermanos conocidos y desconocidos.

Pero a la luz del relámpago instantáneo también aparece, silenciosa y silenciada, la otra injusta pobreza secular con la que hemos convivido sin darnos cuenta de su presencia, de su dolor y desamparo. La pobreza de 50 millones de mexicanos.

Tercer acto (que se reviste como terremoto social)

Aparecen junto con las arengas para la ayuda inmediata, las demandas de un cambio estructural a largo plazo. (Las luces del escenario se centran en la corrupción). Se exige que los políticos y sus partidos dejen de tirar los miles de millones de pesos en propaganda política y demás lujos de una administración pública que con su corrupción cultiva la pobreza, la injusticia y el hambre de una manera más catastrófica que los terremotos y los huracanes.

En la última escena de esta tragedia aparece un personaje indefinido: el Fiscal Anticorrupción. ¿Seguirá la tragedia ciudadana o iniciará la epopeya de la reconstrucción de México? La conciencia ciudadana que resucita del terremoto forjará su personaje. ¿Será un héroe u otro villano?