Hacia 2018

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Hacia 2018

A la memoria de Álvaro Matute y René Drucker

Esta semana les ofrezco una visión panorámica de la batalla por la Presidencia. La revisión de las tres principales fuerzas aclara las alternativas a disposición de la ciudadanía que busca opciones. 

Enrique Peña Nieto es el más transparente en intenciones y estrategia. Su propósito, obvio, es entregar la banda presidencial a quien señale con su dedo índice. Lograrlo sería su reivindicación mayor porque demostraría que la vieja fórmula sigue funcionando. Apoya su convencimiento en varios pilares. 
El primero es la obediencia de los suyos a quienes compensa y recompensa cubriéndolos con el manto de la impunidad. También sabe cómo utilizar la fórmula ensayada en la elección para gobernador del Estado de México: utilizar los recursos del Estado para inducir el voto del pobre. Puede hacerlo porque el Instituto Nacional Electoral (INE) está debilitado, dividido y en los momentos cruciales opera a favor del tricolor. En la retaguardia espera un Tribunal Electoral también dispuesto a complacer al señor. 

El Frente Ciudadano por México (integrado por PAN, PRD y Movimiento Ciudadano) ha sido una grata sorpresa porque en su corta vida ha sido capaz de frenar, por ahora al menos, la intención de Peña Nieto de hacerse de un seguro de impunidad nombrando un fiscal a modo. Su futuro es, sin embargo, incierto. El tránsito de frente político a coalición electoral será muy difícil porque le falta la aduana más exigente: seleccionar al que será su candidato a la Presidencia. 
El PAN considera que esa posición le corresponde por la intención de voto que muestran las encuestas, pero es un partido fracturado entre las fuerzas de Ricardo Anaya, Rafael Moreno Valle y Margarita Zavala. La salida más obvia sería entregar la candidatura a un personaje sin partido. Lo lógico resulta imposible porque el Frente está hecho por partidos y éstos son alérgicos a todo aquello que huela a autonomía o independencia. 

El caso más difícil de analizar es el del puntero en las encuestas de intención de voto. Andrés Manuel López Obrador vive en la contradicción creada por la fe ciega en sí mismo y la inseguridad institucional de Morena. Ha sido notable y heroica la determinación y perseverancia con la cual López Obrador ha construido esa mezcla de movimiento social, partido tradicional, tribus corporativizadas y ONG. Morena es una entidad que se define sólo por su fundador y líder y que todavía no logra fundir en la institución el carisma del tabasqueño. Una presión adicional es que debe procesar el arribo en masa de los oportunistas de siempre que lo están convirtiendo en el basurero de la transición. Esa estrategia, pensada para reducir el riesgo de una tercera derrota, es altamente riesgosa. En el corto plazo podría garantizarle los votos, en el mediano pone en riesgo las indispensables reformas. 

Es lo que hay. Ninguna opción satisface del todo pero hay diferencias entre ellos. El PRI representa un estilo gastado por la ineficiencia y la corrupción. El Frente es una promesa que difícilmente cuajará en una realidad. Morena es una entidad gelatinosa sólo entendible por su líder máximo lo cual, es evidente, tiene consecuencias positivas y negativas. La elección presidencial estará acotada a dos y a lo mejor a tres grandes fuerzas porque en el mejor de los casos las candidaturas independientes son embriones del futuro.

Sin embargo, es un momento propicio para desechar de una buena vez la creencia de que la solución a los grandes problemas nacionales depende de una sola persona o partido. La historia demuestra que las transformaciones duraderas requieren de un tejido social que se forja en la defensa de derechos específicos y territorios concretos. Mientras observamos el forcejeo de las élites, hagamos patria involucrándonos en batallas inmediatas. Ninguna tarea es pequeña, la verdadera esperanza está en la organización ciudadana en torno a sus reivindicaciones. 

La miscelánea
La trágica muerte de Mara Castilla nos afecta tanto porque destruye la ilusión de seguridad que nos había dado la aparición de Cabify y Uber entre otras empresas de transporte público, más preocupadas, ahora lo vemos, en la ganancia rápida. Exijamos a las autoridades que impongan controles más estrictos a todas las compañías encargadas de darnos la seguridad perdida. 

Twitter: @sergioaguayo