¿Cómo soy como hijo? Egoísta o generoso

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¿Cómo soy como hijo? Egoísta o generoso

Nada puede reemplazar en el corazón de un padre, el amor y el cuidado de sus hijos

 

Hoy no deseo enfocarme en cómo han sido nuestros padres o qué padres hemos tenido, sino en nuestra responsabilidad cómo hijos de responder ante nuestra vocación. Y es que cuando nuestros padres llegan a una edad en la que comienzan a necesitar más de nosotros, emocional, física o económicamente; en ocasiones la respuesta que damos es desde el hijo egoísta, no el hijo dispuesto o generoso. Nos cuesta dar en tiempo y darles prioridad. Pero de cuando en cuando, Dios permite una sacudida en nuestra vida para recordar y valorar que nuestros padres son pieza clave en la estructura de nuestra vida, que son y deben ser, parte importante de nuestra vida diaria.

¿Cómo soy como hij@? ¿Si tuviera o tengo hijos, cómo me gustaría que fueran conmigo en cierto momento? ¿Me he puesto en los zapatos de mis padres sobre la etapa y emociones que están viviendo? Si tienen alguna enfermedad ¿Les procuro o les hago sentir acompañados de alguna forma? La mayoría de las veces, los hijos sabemos necesitar de nuestros padres pero no sabemos darles.

Recuerdo esta historia que me movió mucho sobre cómo como hijos, aprendemos en ocasiones muy tarde que todo lo que nosotros hacemos, es la escuela de la vida en la que enseñamos cómo deben de ser nuestros hijos.

Tras el fallecimiento del Padre, un hijo puso a su madre en un asilo y la visitaba de vez en cuando. Un día, recibió una llamada del asilo, informando que ella estaba muriendo. Fue corriendo a ver a su madre antes de que ella muriera.

Le preguntó a ella: ¿Qué quieres que haga por ti, mamá?

Y ella contestó: Siembra amor. Quiero que coloques ventiladores en el asilo, porque no hay y el calor es insoportable; quiero que compres refrigeradores también, para que la comida no se arruine. Muchas noches tuve que ir a la cama sin haber comido nada.

El hijo le dijo sorprendido: Pero… ¿Ahora me estás pidiendo estas cosas, mientras estás muriendo? ¿Porqué no me lo dijiste antes?

La madre respondió triste: Yo me acostumbré a convivir con el hambre y el calor, pero mi miedo es que tu no puedas acostumbrarte cuando tus hijos no se esfuercen en cuidarte en casa y te envíen aquí cuando estés viejo.

Recuerda siempre, todo aquello que hagas en la vida, te será devuelto.

Sea la historia que haya sido, sean como hayan sido mis padres, ¿Cómo respondo yo ante esta vocación? Tengo una amiga que admiro muchísimo, el proceso de ella con su papá no ha sido sencillo porque el no la ha apoyado en los momentos más importantes de su vida, pero ella hoy te afirma que sabe que su papá le dio la vida y que ella agradece hoy a Dios, tener la oportunidad de hacer algo por el y darle un plato de comida caliente.

Los hijos también tenemos deberes con nuestros padres en la adultez. No es solamente de padres hacia hijos, sino de nosotros hacia ellos. No es una obligación, es un acto de amor que debe nacer de nuestros instintos más profundos, y de la mano de ese instinto, poner el amor a trabajar.

Podemos haber aprendido de nuestros padres a ser considerados, pendientes, cuidar de nuestros padres, pero también ser influenciados por la familia o la pareja. Las creencias culturales y la moda materialista, egocentrista y colectivista, nos invita a mirarnos a nosotros y a dejar de mirar. Y ciertamente sólo cuando nos convertimos en padres llegamos a comprender y mirar todo lo que han dado, sacrificado y entregado. Hoy decídete a forjar un corazón perdonador, a mirar a tus padres desde el agradecimiento porque te han dado vida y se consciente que tenerlos con vida es un regalo. No desperdicies cada minuto de su vida, porque un día añorarás tenerlos. Sé el hijo que te gustaría tener, sé el hijo que Dios tiene pensado que seas; agradecido, paciente, comprensivo, hazles saber tu cariño. Recuerda, ¿Quieres que te vaya bien? Honra a tus padres, y cómo diría Hellinger, “Ama a toda persona tal como es, por muy diferente que sea a ti.”

“Déjales envejecer con el mismo amor que ellos te dejaron crecer…

Déjales hablar y contar repetidas veces historias con la misma paciencia e interés que ellos escucharon las tuyas cuando eras niño…

Déjalos vencer, como tantas veces ellos te dejaron ganar…

Déjalos disfrutar de sus amigos, de las charlas con sus nietos…

Déjalos gozar viviendo entre los objetos que lo han acompañado por mucho tiempo, pues sufren sintiendo que le arrancas pedazos de su vida…

Déjalos equivocarse, como tantas veces te has equivocado tú.

Déjalos vivir y procura hacerlos felices el último tramo del camino que les falta por recorrer, del mismo modo que ellos te dieron su mando cuando iniciabas el tuyo.