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Un capítulo perdido
Hacia 1937 era ya evidente ante la opinión pública internacional que la población judía de Alemania afrontaba una franca y activa discriminación por parte del Gobierno Alemán, mientras que en otros países se negaban a recibir a los judíos en calidad de refugiados.
Ese rechazo hizo surgir la necesidad de llevar a cabo una consulta internacional para buscarle solución al problema, lo cual desembocó en la Conferencia de Evián, una iniciativa del presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt.
El objetivo de esa reunión fue deliberar sobre el problema de los refugiados judíos víctimas de las políticas de exclusión del régimen nazi.
La conferencia duró nueve días y fue realizada en Évian-les-Bains, Francia, entre el 6 y el 15 de julio de 1938.
Un día como hoy, 5 de julio, ya habían llegado a la reunión representantes de 32 Estados, desde Canadá hasta Nueva Zelanda, muchos de ellos en calidad de ‘observadores’.
Los resultados
La Conferencia de Evián fue un fracaso. Paul R. Bartrop, director del Centro de estudios sobre el Holocausto, con sede en la Universidad de Florida, en Miami, recuerda ahora las preguntas que se plantearon en la Conferencia de Evián en aquel entonces, entre ellas…
“¿Deben los gobiernos del mundo abrir las puertas a cualquiera que tenga el estatus de refugiado? ¿Deben imponerse cuotas de refugiados a los países que deseen aceptarlos? De ser así, ¿cómo se decide el número y las personas que entrarán a un país? ¿Deben ser acogidos los refugiados ignorando la situación económica del país que los recibe? ¿Deben aceptarse refugiados con orígenes étnicos y religiosos diferentes a los del país que los recibe?
“Tanto ahora como en 1938, ese tipo de preguntas, necesitaban una respuesta urgente”, señala Paul Bartrop. Pero esa respuesta nunca llegó.
Jaim Weizmann, un judío ruso y líder sionista que acabaría por convertirse en el primer Presidente de Israel, resumió aquel encuentro con esta frase: “El mundo parece estar dividido en dos partes: una donde los judíos no pueden vivir y la otra donde no pueden entrar”.
El símbolo de aquella política de ‘fronteras cerradas’ fue el barco ‘St Louis’, que zarpó de Hamburgo con destino a Cuba en mayo de 1938, con 937 pasajeros a bordo, la gran mayoría judíos.
No fueron aceptados en ninguna parte de América, así que tuvieron que regresar a Europa, muchos de ellos a países que fueron luego invadidos por los nazis. Solo 288 de ellos encontraron refugio en Reino Unido. El resto murió asesinado en las cámaras de gas de Adolfo Hitler.
Política de puertas cerradas
Con Europa en guerra, muchos países sintieron que deberían cerrar sus fronteras para asegurar que no se infiltrasen anarquistas entre los refugiados genuinos, algo similar a lo que ocurre en la actualidad con toda la retórica contra la aceptación de refugiados en Europa, para que no se cuelen posibles militantes del ISIS (terroristas del Estado Islámico de Irak).
Una serie de documentos de la ‘Comisión de Crímenes de Guerra’, de la ONU, dad0s a conocer recientemente, ofrecen ahora una nueva perspectiva de aquel momento crítico de 1938. De hecho, cuando los países que podían recibir refugiados supieron que los judíos estaban siendo asesinados a gran escala, tampoco cambiaron su política.
“Esos documentos muestran por primera vez que todos los movimientos de resistencia en la Europa ocupada sabían lo que estaba ocurriendo, cuando los nazis todavía operaban los campos de exterminio”, señala el historiador Dan Plesch, de la Universidad de Londres, la persona que más a fondo ha estudiado esos papeles, sobre los cuales escribió el ensayo titulado ‘La Historia Perdida de la Persecución Judía y los Crímenes de Guerra’.
Este historiador asegura que en 1942 ya hubo bastante cobertura de prensa sobre el problema judío, y que los Aliados, incluyendo a la URSS, estaban plenamente conscientes del exterminio judío.
Para muchos judíos ya era demasiado tarde para escapar, porque, si de todos modos lo hubieran intentado, las puertas del mundo permanecían cerradas para ellos.
“La suerte de los judíos ya era conocida en todo el mundo, como muy tarde el 17 de diciembre de 1942, cuando los Aliados realizaron una declaración conjunta”, asegura Ben Barkow, director de la Wiener Library de Londres.
“En aquella declaración reafirmaron su resolución de garantizar que los responsables de esos crímenes fuesen juzgados, y por eso crearon el ‘Comité de Crímenes de Guerra’, de la ONU”.
La pregunta
¿Por qué los Aliados y los países neutrales no hicieron nada para tratar de sacar a los judíos de Europa?
Es una buena pregunta. Y los gobiernos de Reino Unido, Estados Unidos y otros países, deberían tratar de explicarla alguna vez.
El premio Nobel de la Paz, Elie Wiesel, superviviente de Auschwitz, fallecido el año pasado, siempre dijo que nunca perdonaría a los Aliados no haber bombardeado las vías de tren que llevaban judíos a los campos de exterminio, en un momento en que miles de personas estaban siendo asesinadas cada día. (© Ediciones El País, SL. Todos los derechos reservados)
Rechazo mundial
En 1933 el régimen de Adolfo Hitler estaba intentando convertir a Alemania en un país libre de judíos, por medio de actitudes violentas y a través de una política de exclusión legal, social y económica.
Esto causó que la vida de los 600 mil judíos residentes en Alemania fuera insoportable, lo que obligó a la mayoría a intentar abandonar el país. Las medidas discriminatorias surgieron también en Austria, un país que terminó anexado a Alemania en marzo de 1938.
En consecuencia y a pesar de los difíciles trámites de salida que debieron afrontar los judíos alemanes y austriacos, varios miles de ellos lograron abandonar ambos países e intentaron refugiarse en América y Gran Bretaña.
No obstante, fueron muy pocos los que lograron huir del Tercer Reich debido a las dificultades impuestas por el régimen nazi para viajar fuera de sus fronteras, por lo cual una gran cantidad de población judía continuó viviendo bajo el gobierno hitleriano, sin posibilidades de salir de Alemania y Austria.
Para colmo, muchas naciones se opusieron a la recepción de judíos en su territorio, amenazándolos incluso con devolverlos a Alemania.
La pregunta es, ¿por qué los Aliados y los países neutrales no hicieron nada para tratar de sacar a los judíos de Europa?