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Entre 70 y 75% del planeta padece algún grado de desertificación
Ciudad de México. Sin cobertura vegetal no hay vida. Con suelos erosionados las plantas no crecen y los alimentos no se producen. Los ecosistemas se afectan, a veces hasta un punto de no retorno, afirmó José Luis Luna Montoya, titular del Laboratorio de Suelos del Colegio de Geografía, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
En el mundo vivimos una situación crítica, añadió, ya que entre 70 y 75 por ciento de los suelos del planeta padecen algún grado de desertificación. “Esto significa que la tercera parte de la corteza terrestre es desierto y semidesierto”, enfatizó.
En México, 75 por ciento del suelo se cataloga en tres categorías: frágil (potencialmente en riesgo de perderse), árido o semiárido; esto implica que 50 por ciento del territorio presenta sequía en diferente grado. Actualmente, 450 municipios de 19 estados sufren por ese fenómeno; los más afectados son Oaxaca, Sonora, Chihuahua y Zacatecas, subrayó.
A propósito del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que se celebra hoy 17 de junio como una forma de crear conciencia acerca de este problema emergente, Luna Montoya expuso que de 1950 a la fecha el fenómeno de la desertificación crece 30 a 35 veces más rápido de lo que lo hizo históricamente en siglos anteriores.
Éste es un indicador tan importante como el de la contaminación ambiental. “Lo que hoy se tiene es pérdida de suelos agrícolas por la desertificación, que ocurre por la degradación del suelo (la pérdida de materia orgánica y de nutrientes) y la falta de agua, pues sin ésta no hay agricultura”, resaltó.
Desertificación es el proceso de crecimiento de las zonas áridas y semiáridas por efecto de la actividad humana, explicó. En tanto, el fenómeno de desertización es el crecimiento, avance y movimiento natural de los desiertos.
Sequía es un periodo en el que prevalece la falta de precipitaciones, es decir, la ausencia de lluvia se prolonga y se generan condiciones de escasez de agua en una zona. Se presenta predominantemente en regiones templadas, áridas y semiáridas. “Es un fenómeno cíclico en todo el mundo.
Actualmente con los procesos ambientales provocados por la actividad humana, las sequías se han modificado y tienden a ser más frecuentes e intensas”, precisó Luna Montoya.
La pérdida de cobertura vegetal original de los ecosistemas es detonante de una sequía. “La modificación original del uso suelo la provoca, y en esto interviene el crecimiento de las zonas urbanas, la ganadería y la agricultura”.
Sequía y desertificación se identifican por separado, pero una lleva a la otra. Si hay más zonas áridas (donde la evaporación excede a la precipitación), evidentemente habrá más sequía, y esto va creciendo por el fenómeno de la desertificación. “Hoy existen más zonas áridas y semiáridas en el planeta”.
Entre los factores que inciden en la desertificación están la pobreza, la deforestación, las prácticas agrícolas inadecuadas y el sobrepastoreo (uso excesivo del suelo para ganadería).
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que mil millones de personas se localizan en zonas de riesgo, áreas que están en proceso de transición, con suelos en algún grado de erosión. “Están repartidas en poco más de 100 países. El común denominador de estas comunidades es que son pobres y padecen falta de alimento”, destacó el investigador.
Si el suelo es pobre, la gente que lo pisa será pobre; si no tiene los suficientes nutrientes para la práctica agrícola, por ejemplo, la población tendrá problemas de alimentación, y eso derivará en desnutrición y migración.
La desertificación provoca movimientos humanos importantes, lo ha hecho históricamente y ahora hay una crisis al respecto. “El empleo de maquinaria pesada, la utilización excesiva de fertilizantes y el uso intensivo del suelo (para cuatro cosechas anuales) lo erosionan, lo estresan, se desgasta y eso provoca que sea cada vez menos productivo”, abundó.
El geógrafo expuso que entre los años 2000 y 2015, el número de migrantes por desertificación aumentó de 173 a 244 millones de personas en el mundo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) propone neutralizar la desertificación a través de métodos ancestrales milenarios. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible establece que hay que detener y revertir ese proceso, “todavía estamos a tiempo, no ha llegado el punto de no retorno”, afirmó Luna Montoya.
Se pretende lograrlo con técnicas tradicionales de agricultura, regresar al conocimiento de cada región y a modelos de menor producción, replicados en un gran número de personas.
Esto implica no usar fertilizantes químicos, sino abonos naturales (heces de animales y hojarasca vegetal), y para nutrir la parte mineral hay que descansar al suelo entre siembras. Debe haber un cambio de paradigma de la civilización moderna, finalizó.