¡Vive la France!

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¡Vive la France!

Los resultados electorales de Holanda y Francia han inyectado una bocanada de aire fresco y permiten alentar nuevas esperanzas de fortalecer las relaciones internacionales sobre la base de la cooperación

Con la elección de Emmanuel Macron como presidente de Francia, durante la segunda vuelta de los comicios celebrada el domingo 23 de abril, se transformó radicalmente el paisaje político de la emblemática República y de paso se envió un mensaje de esperanza a los regímenes democráticos del planeta. Dos semanas atrás, el domingo 9 de abril, se había realizado la primera vuelta de esa contienda, en la cual participaron 11 candidatos: tres abanderados de partidos de derecha, cuatro de institutos políticos de izquierda y cuatro candidatos independientes, entre los cuales figuraba Macron.

La gran sorpresa de la primera vuelta fue la eliminación de los candidatos de los dos partidos de mayor tradición y fortaleza en ese país: Los Republicanos (a la derecha del espectro político) y el Partido Socialista. Los primeros postularon a François Fillon, senador y ex primer ministro durante la presidencia de Nicolas Sarkozy. Después de haber vencido a su antiguo jefe en las elecciones primarias de la derecha republicana, se perfilaba como favorito para elección presidencial. Pero el 25 de enero, Le Canard Enchâiné, un periódico de sátira política de gran tradición, denunció que la esposa de Fillon y dos de sus hijos recibieron pagos sustanciales como asistentes parlamentarios de su esposo y padre, sin que existieran evidencias claras de su trabajo efectivo. La situación se complicó el 14 de marzo, pues en esa fecha se abrió una investigación formal, con lo cual el asunto se judicializó. Fillion no pudo remontar el impacto político-mediático del affaire y fue desplazado al tercer sitio a pesar de haber obtenido el 20.01 por ciento de votos emitidos (Macron y Marine Le Pen lograron el primero y segundo lugar, con el 24.01 y 21.3, respectivamente).

El abanderado del Partido Socialista, al cual pertenece el presidente saliente, François Hollande, fue relegado hasta el quinto sitio, con apenas el 6.36 por ciento de los sufragios.
Y como los extremos se tocan, la cuarta posición la ocupó el candidato de la izquierda radical, Jean Luc Mélenchon, quien al igual que Le Pen, blandió una oferta económica antieuropea, antiinmigrante y antiglobalizadora. Mélenchon se embolsó el 19.58 por ciento de los votos. De manera que los electores franceses acariciaron el abismo y vieron muy cerca la ominosa alternativa de tener que optar entre los radicalismos ideológicos.

Lo que salvó la situación fue el surgimiento de una opción política independiente, la cual desafió a los partidos dominantes desde el centro del abanico programático. La tercera vía fue construida fast track en poco más de un año por Macron, un joven egresado de la Escuela Nacional de Administración (en la cual se prepara la élite política francesa). Para tal efecto, renunció al cargo de ministro de Economía a fin de fundar un nuevo movimiento político al cual denominó: En marche! (¡En marcha!).

De forma que Los Republicanos y el Partido Socialista primero fueron rebasados por los extremos, cuyos representantes aprovecharon el desgaste en los Gobiernos por los excesos de la globalización (la creciente desigualdad en la distribución del ingreso; la pérdida de empleos, particularmente en la manufactura, por la relocalización de las empresas en países de bajos salarios y; las tensiones asociadas a los crecientes flujos migratorios) y posteriormente resintieron una impresionante acometida desde el centro. En conjunto, los representantes de estas tres corrientes políticas (Macron, Le Pen y Mélenchon) acapararon casi dos terceras partes de la votación total durante la primera vuelta. 

El programa económico de Macron busca la integración virtuosa a la Unión Europea y a la economía mundial; mediante el fortalecimiento de la competitividad de las empresas a través de la racionalización de las cargas fiscales, una mayor flexibilidad laboral, así como un funcionamiento más eficiente de un sector público redimensionado a la baja. En materia de integración regional e internacional, propone cambios en la operación de la Unión Europea y en sus relaciones con el resto del mundo, con el propósito de atemperar los efectos perversos de la globalización.

Tras los retrocesos civilizatorios del Brexit y la elección del Agente Naranja, los resultados electorales de Holanda y Francia han inyectado una bocanada de aire fresco y permiten alentar nuevas esperanzas de fortalecer las relaciones internacionales sobre la base de la cooperación y el respeto. En breve tocará el turno a Alemania.

En México, a poco más de un año de la próxima elección presidencial, las condiciones políticas, económicas y sociales parecen propicias para intentar un periplo similar. ¿Estaremos los ciudadanos a la altura de este desafío? Tengo serias dudas sobre el particular, pero como acostumbramos decir: la esperanza muere hasta el final. Mientras son peras o manzanas: ¡Chapeau à la France!

adavila_mx@yahoo.com.mx