¿Cómo elegir?
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¿Cómo elegir?
¿Su forma de vida es consistente con los ingresos asociados a sus itinerarios profesionales?
A poco menos de un mes de la justa electoral, tras dos debates organizados por el Instituto Electoral de Coahuila (IEC) y uno más auspiciado por la Universidad Iberoamericana Torreón, entramos en la recta final de la contienda por la Gubernatura de Coahuila. En los próximos días, los electores habremos de procesar la información recibida y normar criterios que nos permitan, en el marco político electoral vigente, cumplir con nuestra responsabilidad de elegir a quien habrá de conducir el Poder Ejecutivo del Coahuila durante los próximos seis años.
Para nada se trata de una elección rutinaria, pues enfrentamos un proceso cargado de agravios, pasivos, nuevos retos externos y una gran tensión acumulada. También percibimos que vivimos un evento histórico, con un potencial indiscutible para germinar nuevos caminos.
Aprovechando el vacío producido por el debilitamiento del poder presidencial, en Coahuila se establecieron Gobiernos absolutistas, con un predominio avasallador del Ejecutivo sobre los otros dos poderes formales, así como sobre las otras estructuras no formales con influencia política o económica en la entidad. Sin contrapesos efectivos, se allanó la vía para el uso abusivo de los recursos financieros del Estado y, como si se tratara de una monarquía, se impuso la sucesión consanguínea del poder.
Para la sucesión siguiente y a pesar del desgaste, en el PRI se impuso una candidatura a modo; la cual pretende heredar el cargo a quien se considera “un propio” y quien lo primero que tratará de hacer al tomar las riendas será demostrar su dominio del potro. Pero antes tendrá que treparse sobre su lomo, pues la elección del jinete tricolor dividió seriamente sus filas. No recuerdo una fractura tan amplia y profunda en la historia de este partido en el Estado.
Y aunque el PRI está en sus huesos, sigue aferrado al potro del poder con las garras del voto duro de su estructura electoral. A pesar de tener una opinión adversa de la mayoría de los coahuilenses, absurdamente esto puede ser suficiente, pues en un sistema político electoral sin segunda vuelta, la fragmentación de la oposición puede permitirle a este tuerto conservar la corona en el reino de los ciegos. Si consentimos que esto ocurra, tendremos el Gobierno que nos merecemos.
De manera que los electores debemos ser especialmente cuidadosos en la evaluación de las propuestas: ¿los diagnósticos presentados corresponden a los problemas relevantes del Estado? ¿Las alternativas de solución son pertinentes y realizables? ¿Cuál es la capacidad exhibida por cada uno de los candidatos para presentar con claridad y defender con atingencia sus argumentos?
Pero aún más importante es la revisión escrupulosa de las trayectorias públicas, políticas y profesionales de cada uno de los aspirantes: ¿sus dichos se corresponden con sus acciones? ¿Qué cuentas pueden rendir del desempeño de sus responsabilidades previas? ¿Su forma de vida es consistente con los ingresos asociados a sus itinerarios profesionales?
El próximo Gobierno Estatal enfrentará las circunstancias más desafiantes de nuestra historia contemporánea. Los cambios en el entorno internacional, en particular el replanteamiento adverso de nuestra relación bilateral con los Estados Unidos, obligará a transformaciones cualitativas en la estrategia de desarrollo que transitamos desde hace tres décadas. Las perspectivas no son halagüeñas, pues el escenario deja ver la clara pretensión del Gobierno del vecino del norte de imponernos restricciones que, en última instancia, degraden nuestra participación en las cadenas globales de generación de valor. Y esto significa, a final de cuentas, disponer de menores oportunidades de inversión, menor capacidad de generación de empleo y expectativas salariales menores favorables.
Transitar por aguas tan turbulentas exigirá capacidad institucional y talento para generar las políticas y los servicios públicos adecuados.
La tempestad que se avecina, amenaza a una embarcación desvencijada, con escasos pertrechos y conducida por una tripulación mal preparada.
Las próximas semanas serán decisivas, si la oposición real llega fragmentada al 4 de junio, crecerán exponencialmente las posibilidades de ascenso del rey tuerto. ¿Tendremos los electores la capacidad para decidir con atingencia? ¿Tendrán los actores políticos concernientes la altura de miras para configurar un escenario alternativo?