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Kierkegaard, el primer existencialista en ver el “absurdo” de la vida
Søren Aabye Kierkegaard fue un joven danés atormentado durante gran parte de su vida por la muerte. Entre sus familiares fallecidos se encontraron su madre y cinco hermanos. Esto añadido a su temperamento melancólico y su vida reflexiva, influenció en los textos que llegarían a influenciar el nacimiento del existencialismo.
¿Qué es el existencialismo sino un concepto filosófico? Al estudiarlo, el concepto se añade a una percepción de la vida que Kierkegaard se percató durante el transcurso de su vida, la cual plasmó en uno de sus ensayos más célebres: “Temor y Temblor”.
Kierkegaard plantea que la personas vivimos en un ciclo de eventos subjetivos que cada persona le brinda su propia interpretación. Por tanto para el danés no era coherente crear una lista de valores objetivos.
Temas recurrentes en su vida sería la memoria de su padre – quien lo llegaría a acercarse a estudiar teología y un estilo de vida cristiano – y su prometida Regina Olsen, a quien llegó a rechazar tras concluir que no podría deshacerse de su melancolía y que pronto ésta afectaría su relación con Regina.
Los escritos de Kierkegaard llamaron la atención de críticos y periodistas de “El Corsario” que optaban por burlarse de los escritos y la apariencia del filósofo. Durante sus últimos años, Søren se dedicaría por completo a la teología antes de fallecer por razones misteriosas debido a un ataque de parálisis en medio de la calle y debilidad física.
El trabajo llegaría a influenciar a pensadores como Jean-Peal Sartre, Friedrich Nietszche y el Nobel de Literatura, Albert Camus quien llegaría a establecer el “absurdismo”. El absurdismo de Camss era ejemplificado con el mito del dios griego Sísifo, castigado a mover una piedra a la cima de una montaña y repetir el proceso por toda la eternidad.
Aunque en apariencia el trabajo de Kierkegaard parece un mensaje negativo, muchos expertos han establecido que el teólogo abrió las puertas para experimentar las tragedias de la humanidad y evitar dar un significado superior a nuestra existencia.
Aunque Sísifo se encuentra condenado a repetir su labor eternamente, dice Camus, el dios se encuentra complacido y de la misma forma también lo debería estar la humanidad luego de observar la absurdez e insignificancia de su existencia.
En sus últimos momentos, Kierkegaard concluiría su vida con las siguientes palabras:
“Es la muerte, rogad por mí para que venga pronto y sea buena. He sido un instrumento en las manos de la Providencia, que me ha puesto en el mundo para servirla. He vivido unos años y luego súbitamente, la Providencia ha alargado su mano para hacerme entrar en su arca. Un poco más y ciertamente estaré en el coro cantando el Aleluya, aleluya”.