Girlboss: entre la frivolidad y el bla bla

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Girlboss: entre la frivolidad y el bla bla

Soy mayor que Sophia Amoruso solamente un par de años. Así que al ver una serie sobre sus veintes –época en la que viví mis veintes también– debería moverme alguna vibra, engatusarme de cierta manera o simplemente, hacerme sonreír al recordar esa época en la que uno se siente dueño de la verdad, del mundo y hasta de la moda.

Sin embargo “Girlboss”, la serie recién estrenada por Netflix sobre los inicios de esta joven empresaria en el negocio de la moda, no me dejó ningún sabor de boca. Fue más bien un “bla, bla, bla” de esos que uno oye sin prestar ninguna atención. ¿Qué le falta? Honestidad, discurso, sentido del humor que funcione y ritmo apropiado.

“Girlboss” está basada en la autobiografía de Sophia, un libro sobre negocios que se convirtió en best-seller en 2014, donde Amoruso nos relata las penurias que atravesó para fundar la compañía de moda online Nasty Gal, que inició como una tienda en eBay. Pero más allá de transmitirnos una historia sobre superación empresarial, la serie está adornada –y digo adornada, porque se queda en un nivel muy superficial– con una trama sobre el conflicto existencial de los veinteañeros de hace una década. 

La serie transita entre irreverencias poco atractivas –que más bien parecen berrinches de una protagonista algo desquiciada– y cursis discursos sobre el amor y la amistad. La joven Sophia de esta serie, interpretada por Britt Robertson (“Tomorrowland”, “Under de Dome”) es una maraña de extrañezas que al verla nos provoca pensar en alguien con déficit de atención, bipolaridad o al menos una tremenda, pero tremenda chiflazón. Si a través de este personaje debemos encariñarnos con “Girlboss”… la serie está más que terminada. 

Cierto, quizá en los veintes las hormonas nos obligaban a enloquecer cada que alguien nos miraba feo o algo nos salía mal, pero recordar justo esos arranques no nos hace sentir orgullosos. Si a ese recordatorio le añadimos la poca nostalgia que todavía nos provoca la década pasada, a la que seguimos considerando parte del presente más lejano y no del pasado (¿en serio? ¿Myspace y “The O.C.” en la lista de añoranzas?), entonces los problemas de esta serie se multiplican. Agréguenle que para hacer triunfar una historia sobre el mundo de la moda (tema frívolo para muchos) es necesario algo de magia al estilo de “The Devil Wears Prada” o mucho de conflictos sexuales como en “Sex and the City”, que no encontramos en “Grilboss”. Acá tenemos una fantasía fallida que incluye una cama repleta de billetes, un joven desangelado y una chica medio desequilibrada que parece que tiene sexo por primera vez en su vida. 

No conozco el libro de Sophia Amoruso, y aunque ella misma es productora de la serie, dudo éste fuera el resultado que esperaba para la pantalla. ¡Ah! Dato curioso de esta apuesta de Netflix: Charlize Theron es otra de las productoras. ¿What? En fin, todas nos hemos tropezado de unos tacones bonitos que finalmente resultaron poco prácticos, como “Girlboss”. 

Mi calificación: 50 de 100. Mi Twitter: @Calladita