Guadalajara en un dilema
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Guadalajara en un dilema
Cuando el avión que me trasladó hacia la ‘Perla Tapatía’ se iba
aproximando a tierra, la nata de contaminación atmosférica era notoria
En la canción “Me he de Comer esa Tuna”, original de Luis Martínez Serrano y que interpretó Jorge Negrete, aparece la frase: “Guadalajara en un llano, México en una laguna”, que alude a la geografía original de estas dos ciudades, ahora metropolitanas, cuando no padecían de contaminación alguna.
En la Ciudad de México, para enfrentar la contaminación atmosférica, se adoptaron medidas muy severas que incluyeron la verificación vehicular que en algún momento refrenó los altos índices de polución de la metrópoli. En 1940, el Observatorio Nacional de Tacubaya sostuvo que la visibilidad era de 4 a 10 kilómetros. Para los años 50, la visibilidad se redujo de 2 a 4 kilómetros. Pero el día más contaminado y con casi nula visibilidad fue el 25 de noviembre de 1986, pues se registraron 491 puntos IMECA.
Cuando niño, de visita con mis abuelos paternos en la capital del País, identificaba perfectamente su olor muy distinto al de Monterrey, que por la década de los 70 tenía una atmósfera limpia a pesar de la Compañía Fundidora de Fierro y Acero.
Ahora de visita en Guadalajara, Jalisco, cuando el avión que me trasladó hacia la “Perla Tapatía” se iba aproximando a tierra, la nata de contaminación atmosférica era notoria.
Claro está que hay un gran parque vehicular y se carece de un buen sistema de transporte colectivo. Ocurre como en la ciudad de Monterrey que no tiene una planeación inteligente de sus rutas de transporte.
Según la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automotores y de acuerdo a datos del primer semestre de 2016, se incorporaron diariamente 320.5 unidades en promedio en la Zona Metropolitana de Guadalajara.
En 2016 existían 3 millones 216 mil 258 automotores particulares, el 63.4 por ciento de éstos ubicados en la zona metropolitana. Además, desde el 2000, la cantidad de vehículos creció en un 158 por ciento en esta zona. Se sabe que al menos el 70 por ciento de la contaminación atmosférica de una ciudad como Guadalajara está en función a las fuentes móviles; si a esto le sumamos la gran cantidad de automotores particulares, vehículos públicos y para la transportación comercial e industrial, pues se potencia la gravedad del aire sucio.
Afortunadamente, en esta aún bella ciudad hay miles de asociaciones civiles y hasta una alianza entre algunas de ellas en la que destacan académicos de universidades locales.
Participé en una reunión en la que compartí, a nueve asistentes de Jalisco, la experiencia del Observatorio Ciudadano de la Calidad del Aire en el Área Metropolitana de Monterrey, que surgió en 2014 y que ya tiene un grado de avance como articulador entre la ciencia, la tecnología, los saberes sociales y la ciudadanía.
Les compartí que es indispensable dialogar con los legisladores y Gobiernos locales porque finalmente los beneficiarios de una buena gestión del aire son los ciudadanos. Para evitar los antagonismos entre los representantes de plataformas de poder, nada mejor que el diálogo (que en Nuevo León no se ha logrado).
Ellos son representantes de instituciones como el Colegio Aprendizaje Humano y Social A.C., el Instituto de Desarrollo Humano Integral Educación, Salud, Ambiente, A.C., la UNIVA, y Fibrosis Quística A.C. que lidera la psicóloga Ludivina Calderón Flores. También participaron los ambientalistas Raúl López Velázquez y Roberto Novelo. Este grupo de personas integrarán un colectivo que el próximo 22 de abril, en el contexto del Día de la Madre Tierra, organizará un foro sobre salud y cambio climático. ¡Allí estaré!