Archivistas, guardianes de la historia saltillense
POR Armando Ríos
FOTOS Héctor García
“Me van a ejecutar, dile a mi papá que morí, tú quédate con todo. Tu esposo Galindo. LÁGRIMAS’’, es el documento de uno de los familiares de Olivia Strozi, directora del Archivo Municipal que anunció la convocatoria para reunir los primeros documentos del Archivo para la Memoria que habita en la Universidad Iberoamericana Campus Saltillo, una carta coque retrata la pasión que día a día le imprimen los archivistas por cuidar la datos históricos que nacen todos los días.
El oficio de archivista es considerado como uno de los más antiguos en el mundo, puesto que “la información nace, cuando el mundo nace’’; ellos se autodenominan como “los proveedores de la materia prima informativa”.
Todavía hace algunas décadas, dos para ser exactos, el oficio que se dedica al resguardo de la información y la concentración de los documentos era encomendado a quienes iniciaban en las filas gubernamentales o querían pertenecer a las nóminas del Estado y los ayuntamientos. No había convicción por el oficio, si hacías algo mal en tu trabajo: “Mándalo al archivo”, sentenciaban los patrones como si fuera éste el peor de los castigos, o por lo menos el más aburrido.
A partir de 1794, fue cuando Francia reconoció por primera vez el derecho de consulta a los documentos públicos, y ahí fue que la tarea empezó a quitarse de encima el rezago institucional. Por primera vez empezarían a inyectarse recursos para la construcción de espacios de archivo y se encomendaron las primeras tareas a quienes resguardaran los documentos que contarían la historia tarde o temprano.
En 1868, se crea la escuela con los primeros estudios archivísticos en España y es ahí cuando la actividad empieza a considerarse como una disciplina replicada en todo el mundo hasta los inicios del siglo 20, cuya intención era concentrar en un sistema global la organización de fondos documentales, y durante este siglo, se empiezan a diferenciar los archivos históricos de los administrativos.
Gaspar Guerra, presidente de la Asociación Coahuilense de Archivistas, cuenta que en México se publicó hasta el 11 de junio de 2002 en el Diario Oficial de la Federación la primera Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, y posteriormente el 11 de julio de 2003 se aprueba y publica el reglamento de la mencionada ley. “A partir de 2002 con la promulgación de esta nueva ley es que se empieza a dar importancia a los archivos, o en realidad el Estado le reconoce la responsabilidad de resguardar y organizar la información que ahí se envía, aunque no se le otorga la infraestructura ni el recurso material, mucho menos el recurso humano con el perfil adecuado”, asegura Guerra.
El 10 de marzo es el día en que se festeja el Día del Archivista Coahuilense, y fue instituido como tal debido a que, según los datos de Gaspar Guerra, fue un día 10 de marzo cuando se crea en Coahuila el ahora inexistente “Instituto Estatal de Documentación”. Como en la mayoría de las festividades mexicanas, hay otro día que se conmemora el oficio de manera nacional, el 27 de marzo.
‘Archivar la historia escomo vivir en otro mundo’
A veces no hacerles nada (a los documentos) es hacerles más; es polvo de oro”.
Hay diferentes tipos de archivos, pero los más comunes son el de concentración y el histórico, en los cuales se resguardan documentos públicos que pueden ir desde nóminas hasta reformas, y los privados donde se resguarda mediante cartas y fotografías, miles de sentimientos plasmados con puño y letra de diversas familias, como lo es el Archivo para la Memoria de la Ibero en Saltillo, que cuenta con al menos ocho estantes de metal repletos de historias coahuilenses en las cuales las familias o se amaban o se disputaban las herencias narra episodios de su vida; cada una logra convertirse en la más pura novela al estilo norteño.
Este archivo está a cargo de Martha Rodríguez, la directora, Guadalupe González y Yahaira del Ángel, quien hasta hace poco tiempo estudiaba la Licenciatura de Historia en la Escuela de Ciencias Sociales.
Actualmente estas tres archivistas se encargan de reunir los fondos (serie de documentos familiares), clasificarlos y limpiarlos.
Además, las archivistas comentan que se corrige la ortografía, pero se trata de rescatar todo, sin agregar ni quitar, sin interpretar bajo su propio criterio para que cada papel resguarde su identidad íntegramente.
Guadalupe González, quien fue estudiante de la Escuela Nacional de Bibliotecología y Archivonomía, cuenta que un Fondo de Documentación puede contar con hasta 5 mil archivos, entre fotografías, cartas, testamentos y notas contables, y puede tardar desde 2 meses hasta más de un año en trabajarse, según requiera el estado en que llega el documento y su volumen. La ayudante del Archivo para la Memoria, Yahaira, lleva 6 meses trabajando un Fondo Familiar, que reúne poco más de 600 documentos.
Lo primero que sucede a la llegada de un Fondo, es separar la fotografía del archivo escrito para trabajarlos por separado, puesto que los materiales que incluye la fotografía pueden dañar al archivo escrito, se retira la cinta adhesiva, los clips y empieza el proceso:
Todo inicia revisando la fecha en que datan los documentos. Después, se hace una combinación química cuando las fotografías o los documentos están manchados, se insertan a una cámara y se coloca la fotografía sin mancharla, para que los gases de la composición fumiguen bacterias y animales vivos que carcomen los documentos. “Han llegado con heces de ratón, moscas u hongos que deterioran la integridad del documento”, comenta Lupita.
Sin embargo, existen documentos tan antiguos o maltratados por el espacio donde se resguardaban, que “a veces no hacerles nada, es hacer más”, dice la archivista. “Es polvo de oro”, refiriéndose a los frágiles documentos de 1777 que resguarda en su trabajo.
“La fotografía la puedes dañar muy fácil, si no supiste manejarla y tienes las manos húmedas, la puedes dañar”. El enemigo número uno de los documentos históricos ha sido y siempre serán dos de los elementos vitales: el agua y el fuego.
La humedad logra que los documentos creen hongos, pero tampoco deben ser resguardados bajo un clima demasiado seco, puesto que ayuda a que los documentos se cuarteen y se conviertan en polvo, tarde o temprano. Saltillo tendría uno de los climas más privilegiados para el resguardo de documento histórico, según las opiniones de los archivistas.
Bata blanca, guantes, gel antibacterial, cubrebocas, es lo que debe usar un archivista al momento de sus labores cuando ingresa un documento, para protegerse de hongos y bacterias que de aspirarlas, se van directamente a los pulmones y logran causar severos daños en la salud. Los guantes para evitar una dermatitis, y la bata blanca se usa para los animales que resurgen de los documentos.
Hay documentos que están extraviados y se desconocen las fechas, entonces entra la tarea del estudio; reconocer el tiempo en que fue tomada una fotografía, o firmado un documento, interpretado bajo la época en que los protagonistas planteen un escenario. “Te remontas a la época, y vives los escenarios, hay una historia muy buena. ‘Pibe de mi vida, te juro que ella es casada’”.
Entre más se sumerge un archivista en el cuidado y la revisión, más adoptan las historias como si fueran suyas.
Catalogan el oficio como una pasión, “es vivir en otro mundo”, dice Guadalupe González, con la piel erizada.
En el caso de este tipo de archivos que incluye los sentimientos y repintan el entorno de las sociedades antiguas, se logra construir cómo fue la vida de una persona, dónde vivían, cómo vivían y lo diferente que eran las ideas a las del Saltillo actual. “Darte cuenta de cómo escribían las personas de diferentes épocas. En algunas cartas firman como ‘Tu amante’, cosa que hoy en día se sometería a miles de prejuicios”, dice.
Recuerdan que este es un trabajo que logra poner la identidad a través de la memoria que corre riesgos ante las nuevas tecnologías. Siempre se busca migrar todos los archivos a plataformas electrónicas, y durante el proceso cada documento corre graves riesgos, hay una cantidad impresionante de archivos y fotografías que se pierden en cuentas de correo o equipos de teléfono, pero para los archivistas el conservar un documento cumple el objetivo de contarnos qué es la vida, saber que lo que existe ahora no es todo lo que ha existido en la historia del mundo. “Alguna vez hubo papel”.
Guadalupe, cuenta que durante su trayecto como archivista, en alguna época no hubo el sustento económico como para comprar papel. Había quienes escribían cartas de manera vertical, y se enviaban el correo junto con más hojas de papel, o con espacios pequeños para que la petición o la muestra de afecto pudieran ser respondidas por su primer destinatario.
El oficio ha sufrido sus cambios, muchos de los archivistas han ayudado a que los documentos se muden a plataformas digitales, sin embargo, anteriormente se hacían fichas para acceder a la consulta.
“De 2002 a la fecha, los archivos son campo laboral amplio, el oficio debe dejar de serlo, es necesario profesionalizar la actividad, lamentablemente en México sólo 4 instituciones de educación Superior ofrecen la formación en Archivística. Es preciso ampliar la oferta educativa a nivel nacional.
“Actualmente las instituciones de educación forman muchos historiadores, pero caemos en un error al considerar al historiador como experto en archivos, y no es así, tan sólo lo sustituyen, pero sí debemos reconocer que una vez que llegan al archivo se especializan en la materia, sobre todo en lo histórico. La Historia y la Archivística son complemento, el historiador sabe interrogar el documento, el archivista organiza y provee la materia prima para contar todas las historias’’, finaliza por su parte Gaspar Guerra.